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domingo, 14 de abril de 2024

Infancia. Catorce de abril.


¿Recuerdas aquel tiempo de perpetua promesa?
El prado, el arroyo, la lumbre y cada rostro
Parecían distintos, escondiendo un misterio
Que envolvía su sueño bajo el cielo infinito.
Fue la hora preciosa que agitaba el segundo
En la vibración de un mundo generoso y despierto.

La voz sobre los campos era de un Dios presente
En gorjeos y trinos, rumores y crujidos
Delicado y audaz trotando entre las formas
De la imaginación y el asombro, el amor a la duda.
Ahora echo de menos su consuelo atento
Como aquel que espera que abran la puerta de su casa ya en ruinas.

La soledad se poblaba de seres misteriosos
Compartiendo secretos desde su primavera.
Guardianes del ocaso y un templo de alegría,
Fuimos lo que la suerte supo y lo que el alma quiso:
En su brillo de agua lo que guardas se pierde
Porque todo lo que no está en ti y se te da, te hace
Y lo que diste al fuego de los años es lo que permanece.

Aquel resplandor para mi mal está apagado
Y lo que sabía sentir es una llama oscura.
Avanzar es más arduo y ascender es cansado
Hasta la cumbre nevada a la que llega el hombre
Tratando de vislumbrar en el país del niño
Los tiempos de gloria por esa luz bañados.

Ahora somos olas que amenazan romper
En el vacío insomne de la playa entre brumas
Dónde la memoria destiló experiencia de sabor amargo,
Allí dónde las lágrimas ya no son capaces de contener un mundo,
Pedazos rotos de un espejo que jamás contemplamos.

Dondequiera que vaya, el embrujo se ha roto. 
El fracaso no es dulce. La paz tiembla
Sin la magia ubicua que despierte un anhelo.
A veces un batir de alas revela su destello
Y la inocencia baña el día con su cáliz sagrado
Mas termina pronto y me deja en silencio.

En su trono agotado, rige terrible el tiempo;
La costumbre olvida el fulgor y se agota
Y la noche no prodiga su camino entre estrellas.
¿Dónde han quedado derrotados la esperanza y los sueños?
Sólo una voz moribunda susurra aquel recuerdo
Cuando todo era instante,
Cuando fuimos eternos.




martes, 9 de abril de 2024

Una historia de fantasmas. Nueve de abril, 24.

En la casa había una habitación por la que entraba el sol por las mañanas desde que el alba rompía. Por la noche se oían los grillos, traídos por la brisa nocturna y el aroma de los jazmines. Así pasaban los días. A lo lejos, las colinas onduladas de la primavera evocaban la distancia melancólica de la mar, como de una ausencia innombrable. A veces, la fuerza arrebatadora de las tormentas de verano iluminaban los parajes lejanos entre estruendos fragorosos

El tiempo pasó. Las otras estancias se llenaron de sombra. El polvo se fue posando en los muebles, levantando cada mañana motas doradas entre un viento fresco. El olvido desplazó los recuerdos, las pequeñas victorias, las embestidas despiadadas de la realidad. El desencanto.

Así que al fin llegaron. se apoderaron de los dormitorios tristes y del salón, donde antes aleteaban las risas. El silencio tiene una dignidad extraña que el bullicio no conoce, mas en ocasiones hiela el corazón. Solo queda ya un rumoroso pestañeo de las cortinas blancas que agita el viento que anuncia los nuevos días y con rayos del sol lentos y suaves, donde viven ellos, en un lugar ya lejano, en una habitación vacía. 



jueves, 4 de abril de 2024

Las inmensas preguntas. Cuatro de abril.

¿Es el sufrimiento inmanente? ¿Acaso, sería posible, elevarnos por encima del dolor? ¿Es la conciencia un ángel, un cierto guardián ciego, o es una ilusión creada por múltiples centros de experiencia que aún no aprendimos a distinguir? ¿Qué me une a las personas distintas que fui, algunas irreconocibles? ¿Es la esperanza, la ilusión de un futuro, la capacidad de modificar mis recuerdos para unirme en todos ellos y superponer una ilusión que llamo yo? ¿Es mi impresión de libertad otra ilusión inalcanzable? Y lo más extraño de todo, ¿por qué soy capaz de planteármelo, si soy incapaz de encontrar siquiera un indicio de ello? En fin, por qué soy capaz de preguntarme acerca de cuestiones abrumadoras que no deberían aparecer.

Una confusión irresistible que en ocasiones me invade es la de percibir todo con un orden que no es de lo que veo, sino de lo que hay dentro de mí. Pero dura poco y enseguida siento que yo me despojo de mi percepción misma y todo aparece como iluminado por un sol tenue y diferente sobre un planeta muerto. Un silencio eterno que nadie percibirá, cuando toda vida perezca. Algo que sólo existe en virtud de la presencia de algo que siente o piensa, en ausencia del ser, desaparece y a la vez se hace omnipresente. Mi hoy contradice mi ayer constantemente, sí. Pero es que pienso que no hay nada que tenga relación con lo demás si salgo fuera de mí y que todo es lo mismo cuando vislumbro cualquier aspecto de la realidad después de sentirlo o pensarlo.

Una obsesión que vuelve a mí es tratar de comprender, aunque sepa que nunca podré, porque soy consciente, sensitivo, porque somos la parte de la materia que trata de conocerse. Si la intuición es una sabiduría secreta y es cierto que comprender es recordar. Por qué, y esto es lo más extraño de todo, hay una selva de símbolos que puedo compartir con otros, porque la complejidad no me aísla sino que me aferra a otros y a la ilusión de que aún mantengo un hilo tenue de percepción con algo más allá de mí. Tantas veces me parece una ilusión, una cárcel de experiencia falsa que levanta la creencia en lo que nos ciega. Entonces, la melancolía y el desprecio me anegan, deseo desterrar mi conciencia, anular mi percepción y entregarme al alma del mundo, olvidándome completamente de mí. Y mi corazón se exalta tímidamente con esa elegante esperanza.

Miro ahora por la ventana perlada de gotas de lluvia, surcada de su agonía, reflejando diversamente las luces náufragas de esta noche. Las inmensas preguntas aturden mi mente y el viento, el río y los hierros de la ciudad son el fenómeno pasajero de esta noche, construida bajo una representación fugaz de un dolor que imagina su padecer porque se engaña creyendo que existe. Sé que lo que pueda darte el instante, la eternidad no sabrá traerlo de vuelta. Pero me pregunto si no debería dejar de buscarlo y aceptar lo que venga y simplemente ser, sea lo que sea que eso signifique y sea lo que sea que soy.



martes, 26 de marzo de 2024

Dignidad. 26 de marzo.

Me he acostumbrado a no ver las noticias. Oigo las deportivas en programas nocturnos, porque suelen tratar de éxitos y sucesos que despiertan admiración, si uno trata de abstraerse de su entorno. Las redes sociales en ocasiones expanden algunas, también. No es frecuente, pero entre todas las tareas urgentes no es la menor aprender a rechazar la basura. En fin, que esta entrada la iba a escribir el pasado diciembre después de ver "Que bello es vivir" en la tele; esos días  Arabia Saudí seguía presumiendo de músculo de poder blando pagando cantidades enormes a deportistas.

Una de las cosas que mas me gusta de la película es su carga crítica a la codicia. Hoy, ayer, siempre, el dinero se sobrepone a cualquier jerarquía para demolerla y que nada más valga. No creo que deba ser impedido más que en el ejercicio de la libertad personal de cada uno. Es cierto que vivimos en un capitalismo absoluto y hay asuntos que deben trascender el dominio de los más afortunados. Personalmente, me resulta deplorable. No obstante, se me ocurre que la dignidad es un remedio más decisivo y honorable que la queja sempiterna de las almas bellas: se dice de aquellas que participan del mundo tal cual es, se quejan de su inocuidad y renuncian a participar en cualquier mejora provisional para mantener su ideal a salvo sin mancharse las manos.

Es muy fácil escribir en un blog que no lee apenas nadie, pero creo que existe una falta de dignidad global descorazonadora. Se ve en los relatos y en las noticias, en los héroes absurdos adoptados por la cultura popular contemporánea. Temerosos, víctimas de sí mismos, soñando venganzas imposibles y dedicando a su propósito una versión enamorada de su propia importancia. Es humano, demasiado humano...pero no es admirable. La hipocresía inversa de la hora requiere victimizarse para poder ser irresponsable, para sujetar el frío de la libertad a la pasión triste del resentimiento. Aquí hay que perder, o fingir que se pierde, exhibir la pobreza, la ofensa, el padecimiento, la lágrima y todo será perdonado. 

Creo que la dignidad, la conciencia del valor propio, erige una jerarquía impasible. no pide ventajas ni las concede. Nada puede vencerla. Se impone al relato interesado. No busca la venganza de la memoria desquiciada, le basta su propio instante de triunfo. El mundo no comienza con nosotros. Como hay avances evidentes, también recibimos de los días de ayer servidumbres heredadas. Luchar contra ellas es noble. La pelea contra lo que nos quiere herir y contra lo que nos quiere comprar sirve para elevar el momento a lo mejor de toda una vida. Y, en cualquier caso, lo contrario es entregarse a quienes quieren usar su protección para afianzar su dominio sobre conciencias inermes. Lo bueno de la integridad es que nunca puede ser compartida al abyecto impulso que llaman gregario.

La noche se desploma sobre la luz de la primavera. Todo pudiera ser nuevo, hay mucho bueno y no es la menor de las delicias de la vida alzarse sobre los escombros de los días y sentir la hermosura de decir un no que es un sí a todo lo que merece la pena.




domingo, 24 de marzo de 2024

Ecos de pasado. 24 de marzo, 24.

Imagino los viejos lugares arrinconados por el devenir con melancolía y óxido y silencio. Balnearios entre montes nevados y abrazados por brumosas gasas, jirones de niebla, allá donde la carretera serpentea entre montes de coníferas. En esos lugares remotos, ayer la vida de los grandes del Mundo agitaba tableros, portales, paredes, recepciones y vistas. Hoy serán lugares para los que sienten nostalgia de aquel mundo que no vivieron. Acaso los regentarán personas tristes, abrumadas por el olvido. En sus cámaras frigoríficas semidesiertas se irán acumulando los días sobre las provisiones del Menú, también amarilleando, esperando las visitas que los remuevan de su sopor. Allá en el empedrado donde resonaban los carruajes de caballos no hay más que charcos, sombras de cielos nublados y color plomizo. Las paredes desconchadas, los portalones con la pintura decaída y el umbral descuidado. Signos evidentes de la tarea implacable de olvidar un olvido. Los ecos del pasado forman ondas concéntricas que llegan hacia mí y luego se retraen, hasta igualarse con el mutismo de hoy. En una pulsación trabajosa y lejana.

También trato de pesar cómo serán los pueblos de la costa que perdieron sus fuentes de vida. El mar lamerá orillas pedregosas bajo cielos de cobre , sintiendo un viento frío que empujará bancos de nubes contra el horizonte difuso. Las casas serán iguales y si aún queda un hostal, alguna tienda y bar no será terrible...pero acaso sea más trágico, pues la tragedia puede ser irónica también y desvelar distancia entre lo real y lo anhelado sin que el deseo de que coincidan se pueda separar. Las gentes serán viejas, pocas figuras se aventurarán en la calle o la plaza frente a la lonja, el ayuntamiento, la casa del pueblo. Será como si el tiempo de la creación se hubiera detenido y el de la decadencia se expandiese hasta superponerse ambos en la misma quietud. 

Me gusta imaginar todo ello, porque ya vivo allí. Siento habitar una quietud irreal envuelta de fragor indescifrable. Creo que estoy en un lugar mental que añora un mundo que ya no existe y no se conforma con las perspectivas del futuro cercano; que gusta de la soledad y encuentra la desolación hermosa y al tiempo desea la floración y el calor de la existencia. Que teme el punto medio en el que estoy: siento, ahora que la noche ha caído y el rumor de los que vuelven a casa se va acallando, que está en un lugar de vibración decadente. Sí, hay movimiento, pero no hay dirección. Sí, hay novedades, pero no hay esperanza. Mientras las grúas permanecen, edificios y parques se erigen y las luces se instalan para conquistar la oscuridad, veo en su futuro hierros sombríos y azules, vientos inhóspitos, lluvia gris y marasmo y allá, más dentro de mis ojos, las estampas de melancolía, con óxido y silencio, forman una ventana desde la que mirar a la desolación desde una esquina, cansada y lóbrega, de mi alma leve.



 

jueves, 21 de marzo de 2024

La sociedad indecente. 21.03.24.

Cada pocos días se vuelve a descubrir con escándalo que en este Casino se juega. Es un espectáculo grotesco en el que se representa la indignación inane de las almas bellas.  Un teatrillo barato que concita furia, exigencia y razones fingidas para desarrollar una catarsis fingida. Y hasta la próxima. La última, de momento, es la de la federación del furgol. Años de comisiones, informaciones, mangoneo, orgías, venalidad, estómagos agradecidos y permisividad en el uso y disfruto de dinero público y el nombre del país han desembocado en el enésimo escándalo insoportable que se arrinconará cuando llegue el siguiente.  

Así es en todo el país, diría. Creo que en España todo está corrompido y hemos consentido en respirar ese ambiente viciado...desde que tengo memoria. De hecho, me parece que el asunto va más allá de la corrupción: el problema es que es, que somos, una sociedad indecente. Tomo el término usado en el sentido de que una sociedad decente es aquella que las instituciones no degradan al ciudadano ni ellos se humillan entre sí. Aquella que entrega el exceso de poder en impersonalidades y ritos para desvanecer su abuso en la medida en que la condición humana lo permite. Allá, no: basta ser conserje de una biblioteca voluntaria, delegado del club de lectores o tener una placa, una tarjeta, una llave o un papel y esperar a que las puertas del paraíso se abran en la medida de lo posible. Puede ser dinero, o no llegar. Puede ser el abuso de poder, o no llegar. Lo que es, y aquí está el asunto, la oportunidad perpetuamente aprovechada de afianzar un dominio ilegítimo saltando más allá del legítimo.  Una atmósfera de humillación constante en cuanto uno percibe una nimia posición más elevada.

Se trata de aprovechar el momento de acaparar, porque, y esa es otra clave, si no lo haces tú, lo harán otros. ¿Cómo puede prosperar un país con esa cantidad de desconfianza en todo y todos? Y después, si llega, aguantar el chaparrón y resistir un poco. En esta etapa no se trata de la tentación y la ingenuidad tratando de llegar a acuerdos, sino del tono constante de disculpa del tramposo, el dopado, el ladrón y el corrupto encubriéndolo con declaraciones altisonantes. La disonancia entre lo que se declara y lo que ocurre es insoportable. Uno solo puede pensar que convive con un número alarmante de personas que han decidido rechazar la realidad y otro aún mayor que es incapaz de reconocerla, sumidos en delirios. Todos hemos visto a los corazones más turbios de nuestra generación consumidos por la codicia. Nos da igual o no podemos hacer nada. No importa tanto. La conclusión amarga tiende a ser la misma: Nunca vuelvas allí. No cedas a la multitud. Deplora a los que debilitan con su protección mientras declaman su protección a los débiles. Teme al Estado. Pierde la esperanza con aquel país soleado y terrible...

Las nubes ciernen oscuridad lluviosa y frío. Anhelo el sopor de la calidez y el abrazo de la primavera. Pero es mejor estar triste tras la ventana que ser un esclavo de pasiones tristes en aquella tierra que envenena los sueños. 




lunes, 18 de marzo de 2024

La penitencia. Hace mucho tiempo en un lugar al que volveré...

Huyo del aroma escabroso de la culpa y espero que tú hagas lo mismo. No hay penitencia más ardua ni excruciante que la consecuencia de la falta, macerada en tiempo y la repetición que provee el recuerdo. Pero sé que en los puertos cercanos al Pirineo, la conciencia intensa de la vulgaridad invencible hiede tras voluntariosas, inanes muestras de sofisticación pretendida. Pescado muerto podrido. La soledad se cierne sobre cualquier Gólgota y las cruces no dan paz, sino soledad y abandono. Esfuerzo inútil de evitar ser quien es, cadena perpetua. Allá en el sur, la hipocresía no conforta de la correcta baja estima propia, En fin. Gusanos que solo saben alimentarse de sus propias excrecencias. Nada importan. Sí, sí, acabarán muy pronto. 

Los demás, que aspiramos a no perseguir a nadie porque no tenemos que compensar el fastidio de existir, seguimos adelante. Con penitencias más o menos arduas, pero nunca rotos. Solo importa la inocencia, y la inocencia es un espejo prodigioso que borra cualquier falta si advierte la pureza. Por eso el mundo de hoy es difícil de vivir. El cinismo y la codicia parecen ser lo único que existe.

El día torna a la noche pausadamente y la estupidez lejana no puede tocarme. la llovizna eleva un clamor a la ciudad vacía y la vuelve distante.