Conocer un país, incluso el propio, es muy complicado. Más en estos tiempos: requiere escuchar, reflexionar, saber que tus impresiones se basan en gran medida en el azar. En suma, requiere de lo más sencillo, que se ha vuelto muy poco común. La pasividad, aceptar lo que ocurre y no tratar de modificar la realidad en base a aspiraciones delirantes. En fin, está muy relacionado pero es otro tema. La cosa es que antes la mayoría sabía bien el límite entre lo que el sujeto percibe y lo que puede ser la realidad en sí y no sólo la que es para mí.
Pero hoy, que va. Todos hemos sido educados en AMÉRICA (esa es otra) y vivimos en los suburbios de AMÉRICA. Por anhelo, por delirios de grandeza, por entusiasmo, por hacerse una paja mental. Ya ni me meto en adoptar tradiciones que no te apelan en nada para lograr avergonzarte de las que pueden hacerte entenderte un poco; cada cual tiene sus afinidades electivas. Se trata del empobrecimiento colectivo de quienes intercambian un caudal poderoso por la calderilla de la novedad maquillada por el poder y la fuerza. Me gustan muchas cosas de lo que creo que son los Estados Unidos, pero una de ellas no es oír que lo que ocurre en las Vegas etcétera desde Medina de Rioseco, joder. Gente que no entiende su realidad cercana acude a la lejana en la que el desmentido es más difícil.
Me temo que no hay mucha solución. Al malestar real la mayoría oponemos evasiones y otros incuban sueños húmedos de violencia. Lo novedoso es vivir en una sociedad del espectáculo tan ubicua, viscosa y asfixiante, que todo viene a ser lo mismo, el entretenimiento de hoy. Puede ser la hazaña deportiva histórica que durará 43 segundos en tu memoria, puede ser un video o post viral, lacrimógeno y emocionalmente pornográfico. Si tienes mala suerte, puede ser tu propia muerte o tu desgracia. Todo está en venta, todo está bajo los ojos de los otros. Así que qué más da. El medio es el mensaje, la aldea es global y aquí estamos, yo que escribo y tú que lees a miles de kilómetros de un pueblo o ciudad de Texas, de Montana, de Colorado, de Orejón (broma baratísima), de Idaho o Alaska tratando de escapar de las opiniones repetidas después de una pregunta rápida a Google o Copilot o ChatGP o a la vecina que tiene un primo que conoce a un vecino que dice conocer al que le cuida el perro al subdirector de recursos humanos de la filial de Amazon en Filipinas que viaja mucho a USA. Haciendo como que sus problemas son los mismos, su perspectiva es la misma o tenemos que trinchar el pavo que está ahí en medio sin que sepamos muy bien por qué.
En fin. El viento cae rápido y trae frío, las luces reflejan la oscuridad contra el lecho del río y el silencio se impone. Me gusta que así sea, antes de que alguien me cuente la última noticia, que debería importarme mucho, acerca de la opinión de un famoso actor que vive en Beverly Hills o por ahí, cerca de Dublín y al lado de Alba de Tormes.
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