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domingo, 16 de febrero de 2025

For the love of a lousy buck, I've watched them die... 16/02/25

Detesto la época en que vivo. Supongo que entre otras cosas por la adoración del dinero fácil y rápido, la ansiedad de su signo y la ceguera de su busca incesante. He sufrido el triste sino de nacer excéntrico en un país gregario hasta la nausea. Y cuando conocí más gente, era igual a la otra. Detesto haberme encerrado contra las reglas del mundo y participar del juego, formar una estatua que me encarcela y desde la cual nadie sabrá que grito, aquella que las misteriosas lágrimas no logran derretir. De todas las abyecciones presentes, la peor es la que relaciona el dinero fácil, el dominio y la impresión de que todo no es sino un obstáculo legítimamente derribable para satisfacer cualquier impulso, apetito y deseo. La idea de que el mundo y la vida deben algo a cualquiera y ese pecado original del otro justifica todo contra él. La cobardía repugnante de los sueños de violencia redentora y entusiasmo por la brutalidad y los mastuerzos. El tribalismo arrasador. Todo parece estar relacionado con la detestable  hipertrofia del ego, individual o colectivo.

El dinero es bueno. Otorga autonomía y descanso. Da libertad a los que estamos siempre amenazados por la precariedad de la vida. Pero tiene un inconveniente muy serio: cuando se le da mayor importancia de la suya, la importancia de lo demás se difumina. En fin, supongo que pasa con todo. pero las experiencias agrias de sumisión y sometimiento que provoca lo hace particularmente sensible. Cuando esas dinámicas son tangenciales a la obsesión con lo fácil, lo inmediato, lo desechable para conseguir una satisfacción mayor, se llega a una tiranía social peligrosa, la de que nada importa salvo YO, con mayúsculas y resaltados. y el YO no es mas que una serie de impulsos contradictorios tan abigarrados e inaprensibles que es tentador pensar que es apenas más que una ilusión , la sombra de un sueño.

Sí, he visto a muchos que hubiesen podido sobreponerse a la sombra, pero el amor de un puñado de billetes les hizo caer. Tengo que perder el yo y dejar que mi conciencia se transforme en muchas, antes de volver a la universal que lo gobierna y explica todas, mientras el viento aulla en mis cristales y la lluvia repica y las aves se esconden, y el mar se pierde en la noche, antes de poder mirar más lejos en la oscuridad, cuando llegaremos a encontrar todas las respuestas.

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