Llovió antes, de forma torrencial, desatada. El día comenzó con sol, pero las nubes avanzaron sobre el lienzo pálido de forma ominosa. Cuando eso ocurre, el gris del cielo se encuentra con el horizonte de ceniza de las ciudades hoy, y se siente como una trampa que desde los dos lados se cierra en torno. No obstante, se agradece sentir de vez en cuando la voz impetuosa del viento y de la lluvia cuando cae con fuerza. Olvida el sol, bello recuerdo inexistente, como si el valle que regaba hace unos minutos se hubiera convertido en un abismo tenebroso y de ruido. La luz se retuerce contra sí y la sombra ocupa su lugar; los reflejos la puntean aquí y allá. Hay una fuerza invisible pero fácil de sentir que parece cuestionar la naturaleza del tiempo. Claro que los horarios y los límites siguen existiendo, no obstante la voz de la tormenta cancela todo lo que no aparece como esencial. Después de la lluvia vendrá la luz más hermosa y frágil que un ojo humano puede ver. Pero mientras arrecia el agua, el sonido violento en el suelo y delicado de los cristales, la melancolía de los callejones entre hierros goteando, las vías de trenes que parecen más antiguas que la ciudad misma, las líneas difuminadas de los edificios...todo conjura en el precipicio voraz y oscuro, todo parece venir de un cielo diferente en el que hay seres inconcebibles. La ciudad guiña luces sobre el espejo de infinitas gotas y la melancolía es hermosa, imaginando con frescor las huellas de ayer y otros sueños mañana.