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lunes, 25 de septiembre de 2017

Deckard. 25 de septiembre.

Me han preguntado en el curro para una actividad que personaje de cine sería. Supongo que habría otros muchos, pero me vino a la cabeza Rick Deckard, el policía, el asesino de "Blade Runner". Supongo que me gusta su estampa de antihéroe clásico, antes de que el rol fuese invadido por psicópatas enloquecidos haciendo bromas en situaciones inverosímiles. En fin, de un tiempo a esta parte, siento que me atrae lo pasado de moda, e ir pasándome yo de moda también. Esto es fácil, nunca fui moderno, a pesar de los consejos de Rimbaud.

Me gusta su mirada, su evolución y su estoicismo bajo la lluvia del futuro. Querría llevar esa gabardina y esa actitud cínica que no sabe evitar una mirada moral sobre lo que le rodea. No se trata de catequesis; se trata de ser fiel a las propias reglas, las que elegiste cuando saltaste del acantilado para bailar cayendo. Y sobre todo, adoro esos dos minutos dorados de la historia del cine, cuando un replicante más humano que los alienados que le rodean busca la verdad, la vida, el refulgir para arañar los muros inconmovibles del tiempo, que lloran lágrimas que se perderán en la lluvia.

He elegido a Deckard, y ahora en el tablón de mi equipo soy Miguel Deckard, con su gabardina, su barba de 3 días y su pistola. Detrás de esa imagen, espero llegar a ser un día el que aprendió de su semejante a derribar las barreras para llegar a comprender que a nada lleva amar tu vida si no amas también la vida, la de todos.





He imaginado un diálogo como coda a esta entrada:



Esta es la lluvia que vieron los ancestros

de mis enemigos.


El agua que resbala en el ladrillo de las chimeneas.

Ellas estallan hacia el cielo que nos protege

de las invasiones de los ángeles

Pasó mi tiempo. Persigo sombras

y me persiguen las lágrimas ajenas

de acero. Vivo de prestado. El tiempo acecha.

Yo... yo sólo busco la respuesta

a esa pregunta que las gotas torturando la chapa

no dejan escuchar.


Dundalk se revuelve contra la noche como si estuviese perlado de neones y sus chimeneas escupiesen fuego hacia un cielo al que solo miran quienes saben lo breve que será.

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