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martes, 31 de diciembre de 2024

Diciembre. 31. 2024.

Durante algún tiempo 

No he escrito ningún verso.

Me adentré en el color de los atardeceres

Y vi en la espontaneidad del instinto 

Los meandros del ser.

No sé lo que buscaba.


Ahora todos los cielos de cobalto muestran

Guiños ansiosos mientras van pasando

Y nada hay inocente o libre de venenosa insidia.

Así que con la aurora alzo los ojos,

Acurruco lo vivido frente a lo por venir.


Y doy gracias, aunque sea en voz seca,

Una voz que se pierde en el crepúsculo,

Por haber podido contemplar la belleza, la paz

Y recontar el fluir del arroyo generoso

Con las manos aún vivas.


Aunque me canso en ocasiones de mí mismo

Y alas exhaustas baten contra el aire con el sonido

Agrio y efímero de una tos cansada

Aunque la soledad puebla mis días y los llena

De figuras de bruma que la luz destruye...

Pido que rueguen por nosotros y nos guíen 

Para volver a encontrar el sendero escondido.

Y, allá en el horizonte, aquella luz desnuda.

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