sábado, 5 de abril de 2025

Las bragas de Burano. Cinco de abril.

Burano es un lugar pintoresco en la laguna de la inverosímil Venecia. Casas de colores vivos, canales, sol, cielo, belleza, Italia. Una maravilla, vamos. El caso es que también lo hemos convertido en un parque temático. Pululamos y me temo que perdemos de vista el decoro que hemos abandonado masivamente en todo. Husmeando puertas, arrasando calles, buscando el tesoro escondido en cada callejuela. No me quejo, claro. Era uno más. Pero me hace gracia que hubiera sesiones de fotos de todo, incluidas las de la ropa tendida. Calculo que las bragas de una señora de Burano salen más en Instagram y TikTok que las de la Kardashian o la que esté ahora. Ele O Ele. La virgen, que panorama.

No sé muy bien porque la atracción de la huída es tan fuerte. Acaso necesitamos un descanso, tras un vivir de inercia y reducida el alma, el espíritu o cualquier consagración a lo hermoso a un circulo de voluptuosidad que se agota mientras nace. Hay un mundo infinito de ocio vacío apuntalando el hastío inacabable. Hay un concepto general de que nuestra impresión prevalece sobre su propio objeto. Nunca se acaba la mentira, parece.

No obstante, tienes que servir a alguien. Tú, yo, todo lo que existe. Puedes tratar de servirte a ti mismo y tus impulsos y así marchitarte bajo la lluvia persistente de lo real. Puedes olvidarte de ti y crecer así. Puedes encontrar los puntos intermedios, que sé yo. En fin, la belleza existe, el mal existe, el azar existe, existen la gloria y la decadencia. Supongo que mucho se reduce a donde vas y a donde miras. Me temo que de alguna forma, nos quieren infelices, o tratan de vendernos la euforia perpetua que viene a ser lo mismo. Pero no se trata de una obligación. El sol y su luz, el sonido del agua, la sombra del bosque, la visión del talento, los amaneceres...hay tantos dones que nos han sido concedidos... No sé si la ropa tendida es uno de ellos o muestra como hemos desaprendido a mirar. De cualquier forma, no es tan importante. Lo que permanece es lo que despierta una llama, no una reacción. 

El parque está soleado y una brisa mece los árboles. Gente pasa bajo una cúpula de cielo amable y claro. Los niños saborean helados y juegan. Se oye el rumor de la ciudad afuera, como expulsado de un lugar prohibido y extraño en el que a veces uno se da cuenta de que la belleza no es infrecuente y de que a veces todo día esconde huecos reverentes y gratos




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