La experiencia nos moldea. Todo lo que decimos, vemos, intuimos, pensamos, sentimos y vislumbramos está engarzado por la flecha del tiempo, que va desde un punto A que percibimos como anterior a otro B que creemos posterior. Esta puede ser la realidad de la naturaleza o el sesgo de un cerebro que no puede escapar de una prisión de recuerdos y experiencias y maneja una gramática lineal y directa.
Borges arguyó que hay solo cuatro historias posibles: Una fuerte ciudad sitiada, defendida por valientes. Un regreso. Una búsqueda. El sacrificio de un Dios. Bien pudiera ser. Parece que nuestro cerebro demuestra poca inventiva cuando se enfrenta a lo desconocido. Somos buenos identificando patrones; estrellas, estaciones, comportamientos. Fuera de ello, supongo que seguimos comprometidos con la tierra, lo orgánico, el temor a desaparecer, el ansia de la tribu. ¿Cómo podría ser de otra manera, si nuestro cerebro forma parte de la misma materia que aspira a desentrañar?
Leo en un libro que Egipto puede ser el primer fonema de la frase que inicia la gramática de Dios. El Nilo sería una línea sutil de civilización incipiente. Más allá aguarda lo desconocido, lo salvaje, lo fatal. Las condiciones climáticas permiten a los cuerpos inertes subsistir, libres de humedad y materia orgánica que los disuelva. La cultura añade su coda a la naturaleza: "el difunto dejaba al morir una huella en lo creado y sin la existencia de esa huella, la persona se disuelve en el tiempo (ese tiempo que percibimos como una linea de un principio a un fin) y en el espacio (el espacio donde moran los monstruos, donde surge lo que nadie sabe imaginar). A lo largo de los lentos siglos, la idea va refinándose. Los carroñeros ingieren los cuerpos, y así los salvan. Los chacales ocupan su lugar preeminente en la religión egipcia. Entre ellos Anubis, señor de los muertos.
Los años siguen dejando su poso. Los humanos construyen sociedades más complejas, pero la representación divina antropomórfica sigue limitada. Las mismas pautas se repiten, matizan, amplían. La muerte sigue llegando y miedo e incomprensión con ella. Las historias florecen. Gilgamesh y su angustia en busca de la inmortalidad. El despertar desvanecido de Gautama.Zaratustra y la escisión de Mitra en tres. Heimdall, que puede oír crecer la hierba. Yahvé, celoso de su alianza. Atón, del que quizá Moisés tuvo noticia. El ungido infamado y muerto con flores de sangre en sus sienes. El profeta que vió a Dios entre las dunas. Panteones que se retuercen en busca de una verdad inefable a la que nuestra incertidumbre aspira y nuestra capacidad de encontrar historias trascendentes se muestra.
Algo creado de la nada fue creado por lo que siempre existió. Un principio de armonía se rompe en una rebelión que perderá, pero que siempre existe. Una lucha perpetua. Un final en el cual los mismos conceptos de tiempo y espacio se anularán. Y todo volverá a ser como era al principio, en el que también el todo o la nada, o ambos a la vez, estaban fuera del tiempo. Nada tiene sentido para nuestras razones. Nada puede tenerlo si aspira a gobernar lo que nos desborda y sin lo cual, no hay materia, ni pensamiento, ni sueño de lo que quien sabe si existe, o en que modo. Pues, ¿no es acaso extraño que la biología se rebele contra su condición?
Dundalk ofrece un lienzo azul en el que pasan, pesarosas, las hambrientas nubes. Quizá ellas forman parte de una esencia que me esfuerzo en vislumbrar mientras los días pasan y el óxido y la humedad se posan en lo que veo.
Everything you say, everything you do
All the things you own, all the things you knew
Everyone you love, everyone you hate
All will be erased and replaced
Everything you take, everything you gave
All the things you've found, all the things you've made
Everyone you lost and saved
Nothing will remain, cradle or grave
Every precious child and every mothers kiss
All that went before and all that follows this
Every moment shared hour of the day
No record will remain, all will fade away