"La lleva unida al pie, como un equilibrista unido va a la muerte", cantaba Alfredo Zitarrosa a Garrincha. Andrés Iniesta no sufre el vértigo del extremo con un pie en la banda y el otro en el precipicio; él es un centrocampista que atrae y rechaza, para que otros lo persigan en un sacrificio inútil, un balón que siempre vuelve y que en sus pies es una brasa sagrada que ninguno de los rivales puede contemplar sin un asombro primigenio, mezcla de ansiedad y fascinación por ese fútbol mágico.
Como vivimos en un mundo de números, las cifras de goles y "asistencias" (concepto ajeno al juego hasta hace poco) se han convertido en una excusa para tratar de desentrañarlo. Pero hay algunos que muestran que el juego es infinito y que lo que una mente pueda imaginar ejecutado por una pierna sobre un balón, las estadísticas no lograrán constreñirlo.
No sé que hará España esta vez, ni lo que le queda a Iniesta de resistencia a la usura de los días. Pase lo que pase, voy a disfrutar cada lección y cada toque. Cuando acabe, quizá el juego tenga más magos que saquen su cabeza raída de peatón por encima de superatletas construidos de hierro forjado. Y brindaré por los días ya idos viendo el incendio de aquella Alejandría que pierdo para siempre y portadas que solo aspiran a teorizar a partir de dos dígitos caprichosos.
Hace unos minutos los "líderes" (¿no es ésta denotación una contradicción con la noción democrática?) combinaban el cinismo y la candidez en la medida de su pasado y sus intereses inmediatos. Ambos son impostados. El cinismo es indiferencia hacia las preocupaciones de los ciudadanos y la candidez es un ofrecimiento de un paraíso terrenal improbable en cuanto se ajusten un par de bielas. Ambas se insertan en una tradición histórica española desagradable y que se ha mostrado como una ley de hierro: la falta de honradez y probidad en la vida pública del pueblo y su incapacidad para la exigencia de esas virtudes cívicas más que en situaciones de apuro. Y como todos pretenden ignorar que la res publica no se sostiene sobre la honestidad del gobernante sino sobre la virtud cívica de los gobernados, buscan un Andrés Iniesta que de pases que superen dos líneas defensivas en lugar de aceptar un rol de sudor y privación, en fin, generosidad. Pero los sueños fútbol son.
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