La laguna es umbría, y acarrea silente
Las ondas de los remos plácidos
Pero el vaho en su fluir sabio asciende
El eco antiguo de los dioses airados
Son la voz de su aliento seco, ayer arrebatado
Al desierto voraz y persistente,
Hoy un coloso de rocas enterrado
Que alecciona al fatuo en su presente.
El campesino arranca su cosecha
Al vértigo de la tierra incierta y suda
Y cuando el sol descansa espera la respuesta
En los altos templos y las estatuas mudas
Luchan algunos por fijar su afán
Tal si la nube pudiera aspirar ser piedra
Donde inscribir con buriles de metal
Palabras que el mañana esculpa eternas.
Anubis calla. Desde la pesada frontera
Donde una balanza ilumina el rincón
Sabe que algún día pesará tu corazón
Y hará crecer los ojos de la tierra.
Danos fuerza, señor de la montaña,
Haz de tu bendición el sol de nuestro hielo
Esparce y purifica las entrañas
Ayúdanos a andar, que estamos ciegos.
Phokas murió hace años. Sus hijos lo llevaron
Por la sala de columnas de plata hacia la fría
Fuente en que el rumor del día es un descanso
Y de la que nace fresca el agua de la vida.
El Nilo siempre vuelve. Sus recodos
Oráculos son, donde urden los dioses
Los planes del destino para todos
En una red de gestos y de voces.
Allá donde el sol cierra los ojos
El misterio nos llama sin retorno
Y las cadenas del tiempo se conocen…
Y Anubis en silencio transmuta cada enojo.