Contempla, viajero, a estos que yacen
Tras enfrentar sus lanzas al destino.
Cortados por el tallo, vaciados
Del tiempo que les fue prometido.
Oye, caminante, el fragor del acero
Que absorbe espuma y almas vivas
Ahora lejanos, desde su abismo oscuro
Que sean sus plegarias atendidas.
Siente, extranjero, el dolor de ser vivo
Y envidia nuestros sueños velados por la muerte
Ningún rey, ni tirano, ni amo
Solo la caricia de la dulce nieve.
Sabe, soldado, la verdad del honor
Que cuentan con clarines y fanfarrias
El pedestal celeste de la gloria
Bebe la sangre de raíces amargas
Parte, amigo, a contar la verdad
A todos aquellos que nunca la supieron
Nunca debimos acabar aquí,
Aquí yacemos porque nos mintieron.