No me iré mañana.
No daré al estrago de los días
Las entrañas de cuevas perturbadas
Ni obras malgastadas ni la fe dormida
Ni el dolor sin nombre de la memoria ajada.
Duelen menos las heridas que asoman
Que el recuerdo cabalgando con sus alas de plata.
No fingiré que nunca estuvo abierto o presto
Mi aliento, o la marea cesó. Hice lo que pude.
No me rendiré al batallón de los fatuos
Ni a la insidia de los que huyen
Ni a quien sonría con puñales o se esconda en rumor.
Ni me acosarán los ecos tristes
Por más firmes que crezcan detrás de cada voz.
No voy a prodigarme en desvaríos. Vivo
Resistiendo sin ceder en cada hora
Desordenando el altar de la alegría
Ofrendando mi camino a la aurora.
Hoy doy al olvido los afanes perdidos
Devuelvo su música a las olas,
Desciendo de la noche como escarcha,
Escalo sin culpa las paredes de sombra
Nado leve en los estanques del alba,
Aún sigo persiguiendo la voz que no me nombra
Asciendo el risco audaz. Sangro nostalgia
Mientras peleo exhausto con leones de gloria.
Y aunque el cuerpo se agota
No me iré mañana, sin dudarlo.
No se va el caudal de la fuente que brota.
Aún es posible hallar consuelo y paz
En esta farsa rota.
Seguiré la ascensión de los días,
Y declinaré o caeré, leve como las ondas
Silbando en el tiempo un rasguño claro.
Me iré algún día con el sol en lo alto,
Pura efigie de viento:
Esparciré mi corazón al vuelo
Y nunca volveré para contarlo.
Las entrañas de cuevas perturbadas
Ni obras malgastadas ni la fe dormida
Ni el dolor sin nombre de la memoria ajada.
Duelen menos las heridas que asoman
Que el recuerdo cabalgando con sus alas de plata.
No fingiré que nunca estuvo abierto o presto
Mi aliento, o la marea cesó. Hice lo que pude.
No me rendiré al batallón de los fatuos
Ni a la insidia de los que huyen
Ni a quien sonría con puñales o se esconda en rumor.
Ni me acosarán los ecos tristes
Por más firmes que crezcan detrás de cada voz.
No voy a prodigarme en desvaríos. Vivo
Resistiendo sin ceder en cada hora
Desordenando el altar de la alegría
Ofrendando mi camino a la aurora.
Hoy doy al olvido los afanes perdidos
Devuelvo su música a las olas,
Desciendo de la noche como escarcha,
Escalo sin culpa las paredes de sombra
Nado leve en los estanques del alba,
Aún sigo persiguiendo la voz que no me nombra
Asciendo el risco audaz. Sangro nostalgia
Mientras peleo exhausto con leones de gloria.
Y aunque el cuerpo se agota
No me iré mañana, sin dudarlo.
No se va el caudal de la fuente que brota.
Aún es posible hallar consuelo y paz
En esta farsa rota.
Seguiré la ascensión de los días,
Y declinaré o caeré, leve como las ondas
Silbando en el tiempo un rasguño claro.
Me iré algún día con el sol en lo alto,
Pura efigie de viento:
Esparciré mi corazón al vuelo
Y nunca volveré para contarlo.
Dundalk me repite que no se debe tentar al destino ni preocuparse por el mal que nos hagan, sino resistir y procurar no multiplicarlo. Las nubes crecen y las plantas menguan contra una cortina de lluvia que se acerca desde el norte. Y sin embargo, hoy es siempre todavía.
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