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miércoles, 21 de agosto de 2024

El año del verano que nunca llegó. 21-08-24.

Es la esencia de las cosas: todo lo que se va perdiendo llega de repente, sin darse uno cuenta y dejando una duda en el aire. El hielo quiebra con un chasquido seco. El terror que sigue se mastica en silencio. No conocía la vida, perdido entre naderías que son laberintos en la bruma y que dejan nada. Ahora conozco mejor y aunque no sea agradable, he podido mirarlo de cerca y seguir su estela de pureza invencible.

La cosa es que estas semanas pasan como un otoño azul mientras allá fuera veo que el sol reina, que el tiempo es libre para muchos y yo paso los días encadenado a recuerdos y a una condición inestable: el esperado anuncio no llega y yo no me encuentro muy bien. Ya llegará el momento, me digo, pero de nada sirve nada si no es ahora.

Entre cajas vacías, plásticos que el viento alza, la corriente del río y la mirada de cemento y cristales desde la ventana mojada por la lluvia pasó el año extraño del verano que nunca llegó. Me sorprende el cambio de unas pocas semanas, el alejamiento radical de lo que antes me servía de lenitivo los días comunes. Hoy no lo necesito ni lo busco. Creo que podría volver a un lugar vacío y olvidado, con apenas gente. vivir como un fantasma, deshojando recuerdos y esperanzas difusas y difíciles. Acaso lo haga. Mientras las horas pasan, omnes vulnerant, ultima necat, sigo anhelando el sol, la brisa cálida, la bendición de un mar que me acoja y el esplendor del cuerpo. Si otro verano llega. De momento, escribo estas torpes líneas, miro la mesa triste, la ventana impasible y miró fuera y siento dentro la brisa indiferente y me preparo para la gran tentativa, audaz e inocente, dentro del mundo hechizado y onírico en el que me gustaría refugiarme para poder decir Adiós a todo eso. 




miércoles, 14 de agosto de 2024

Tu bandera no me empodera. Catorce de agosto.

Puedes estar seguro de que un grupo coreando lemas bajo una bandera acabará haciendo daño a inocentes si llega a tener fuerza para hacerlo y siente que es preciso. No hay más.

No sé si no me daba cuenta entonces, pero pienso que lar profusión de banderas que veo ahora es un fenómeno bastante reciente. Por suerte, aunque anuncia algo siniestro que se acerca rápidamente. No sé si ya ha llegado y no lo vemos, confundidos entre fulgores de un mundo espectacular y vacío.

Cada vez soy más adepto a la teoría del nacionalismo banal. No entiendo la efusión de banderas y lucha tribal en un evento global que muestra capacidades excepcionales de individuos, no rasgos generales de un supuesto pueblo primordial. Y no sé porque debería importarme tanto el nacimiento o la crianza de cualquiera. Obviamente hay un componente de cercanía y reconocimiento en alguien de tu país que puede acrecentar la simpatía. Pero cuando ese impulso natural se fuerza, sólo quedan abstracciones ásperas. Ver durante los Juegos, que he gozado, las inevitables banderas cada diez segundos es algo muy cansado. El espíritu gregario es desolador. 

He estado en un lugar oscuro No fue hermoso sentirme en la penumbra. Sin embargo, he sido feliz, con una felicidad tranquila, alejado y despreocupado del remolino que nos absorbe, viendo la crudeza y la pureza de la vida breve y auspiciosa sin intermediarios, sin temor o dudas. El camino de las lágrimas no es fácil ni es deseable, pero es el camino genial. Por eso los Juegos, con su plenitud de la alegría del cuerpo, lo desentrañan del tiempo, ligándolo a la eternidad. Por favor, no es necesario abaratar la grandeza atando lo excepcional a lo adocenado.

Personalmente, he vibrado muchísimo con la vuelta gloriosa de Femke Bol, el sprint irresistible de Jakob Ingebritsen y la emanación de gracia celestial en el trance de Steph Curry. Esto es todo. Porque nos entreabre una puerta a lo desconocido y sagrado. Porque nos olvidamos de lo que nos agrede y agrava por medio segundo de olvido numinoso. Porque es bello y bueno y porque por la belleza y por la bondad debemos, como aquellos benditos griegos que comenzaron a jugar, tomar las armas. Contra todas las banderas de los hombres y a favor de la que de verdad importa.