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martes, 7 de enero de 2014

7 de enero.

Bertolt Brecht escribió algo así como que antes de que la tormenta llegara, el aire ya estaba contaminado. Lo único que se puede decir de España es que antes de que el aire estuviera contaminado, el consenso general consistía en pensar que habría ventiladores suficientemente fuertes antes de que fuera un problema. Ese pensamiento religioso, mágico, acerca de la política, la economía y el progreso, forjada en la ilusión de los fondos europeos y en la supuesta excepcionalidad de “lo nuestro”para bien o para mal, generaron esa ilusión llamada progreso como un estado natural y manso de las cosas, sin atención a la situación mundial ni a los libros de historia. Es muy fácil decir todo esto ahora, y quien esto escribe no es, con toda seguridad, ni un ápice más inocente que la inmensa mayoría.


Pero hoy sí se puede añadir algo, sin temor a ser acusado de vidente del ayer; antes que las infantas fueran acusadas, que los famosos se llevaran su dinero a paraísos sin fisco y que el viento acogiera a miles de personas que se marcharon a otros lugares, había, como hay, deshonestidad pública y privada. Dinero B. Pillería. Cinismo. Echamos de menos España, nuestro ambiente, el lugar donde crecimos. Y por haberlo querido tanto, hemos consentido, callado, nos hemos resignado Y aunque la lucha contra la injusticia enronquece la voz y agria el carácter, callar cuando pudimos gritar..nos ha hecho cobardes. Queda el camino difícil, no elegido, de cumplir cada uno con su deber, o el más fácil de sacar ese nervio moral que el español sólo parece encontrar cuando cree perder un Imperio o no puede pagar las letras de su coche.

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