Bertolt Brecht escribió algo así como
que antes de que la tormenta llegara, el aire ya estaba contaminado.
Lo único que se puede decir de España es que antes de que el aire
estuviera contaminado, el consenso general consistía en pensar que
habría ventiladores suficientemente fuertes antes de que fuera un
problema. Ese pensamiento religioso, mágico, acerca de la política,
la economía y el progreso, forjada en la ilusión de los fondos
europeos y en la supuesta excepcionalidad de “lo nuestro”para
bien o para mal, generaron esa ilusión llamada progreso como un
estado natural y manso de las cosas, sin atención a la situación
mundial ni a los libros de historia. Es muy fácil decir todo esto
ahora, y quien esto escribe no es, con toda seguridad, ni un ápice
más inocente que la inmensa mayoría.
Pero hoy sí se puede añadir algo, sin
temor a ser acusado de vidente del ayer; antes que las infantas
fueran acusadas, que los famosos se llevaran su dinero a paraísos
sin fisco y que el viento acogiera a miles de personas que se
marcharon a otros lugares, había, como hay, deshonestidad pública y
privada. Dinero B. Pillería. Cinismo. Echamos de menos España,
nuestro ambiente, el lugar donde crecimos. Y por haberlo querido
tanto, hemos consentido, callado, nos hemos resignado Y aunque la
lucha contra la injusticia enronquece la voz y agria el carácter,
callar cuando pudimos gritar..nos ha hecho cobardes. Queda el camino
difícil, no elegido, de cumplir cada uno con su deber, o el más
fácil de sacar ese nervio moral que el español sólo parece
encontrar cuando cree perder un Imperio o no puede pagar las letras
de su coche.
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