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miércoles, 17 de junio de 2015

17 de junio de 2015

El día se va agotando lentamente, aunque las nubes hacen de la luz un hogar uniforme. Algunos rayos de sol iluminan las paredes de ladrillo, y las calles se desprenden de los últimos charcos de ayer. Hay una especie de armonía que no aspira a ser admirada, sino a la compañía apacible. Algo así como un perro grande que sabe que pasaros sus mejores días intensos y ahora nos protege con su mirada sabia y su porte calmado. 

La mañana no es así. Cada vez que el despertador del teléfono suena, el aspirante a condenado por cualquier falta que duerme conmigo se levanta para ir al juicio del hoy. Se viste pesadamente, suena alegaciones fútiles bajo la ducha. Desayuna sin ganas y pedalea mecánicamente bajo una luz que no alumbra un camino bajo el asfaltado irregular. Y vuelve a pensar, mi enemigo voraz, que, otra vez, como siempre, ha perdido el alma entre las sábanas arrugadas.





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