No hay nada peor que la ira. Envejece tu cuerpo con un fulgor inútil y esparce su eco venenoso entre todas las rendijas, también las inocentes; no hay batallas, grandes o pequeñas, de las que uno salga indemne. El alma busca ávida extender su malestar, y recibe indiferencia y noticias de un futuro más gris. Y mañana es un día nublado, un muro ante cuyas sucesivas puertas hay apostados guardianes temibles, Más vale que te acostumbres, chico.
No hay nada peor que la frustración. Agota tu alma en un pantano sombrío que levanta punzadas de indiferencia mientras picotea con gorjeos de agua sucia; empapan tu mente de pasado, lo que no puede cambiarse, y se burlan de tus planes imposibles. Y hoy es un día de sol de invierno, blanco y lejano, y hay nubes que forman animales más consistentes que tu esperanza.
No hay nada bueno que salga de ello. Pero Johnny cogió su fusil, y aún no sabe que hará. ¿Acaso importa? Ha perdido los brazos de buscar, las piernas para seguir de pie, y aún no se dió cuenta de que ya no tiene lengua para decir más nada.
Dundalk se mece con el viento ajeno a estas agonías y sus cuervos caminan los tejados y alzan sus picos curvos a contraluz de las nubes sin forma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario