No hay trama y subtexto más maleable y dúctil que la del deporte. Todo lo que parecía solido se tambalea, o la angustia y la furia se amansan en un gesto que detiene el tiempo. Y al fondo, la amenaza del marchitar de la rosa sobre la cruz del tiempo, ese territorio de bruma apenas iluminado por luceros lejanos donde todo y nada parecen confundirse. Es un décima de segundo, un centímetro más alto, una fuerza que crea la fe. Y sin embargo de ese lugar sagrado y oscuro a veces llega un sonido que muestra la separación clara y certera entre el laurel y la espina. Y el balón rebota dócil hasta morir entre el esplendor de una hierba cruel. Y el hundimiento de unos es la euforia de otros.
Cuando Don Quijote se cansa de perder, exclama frente al mar
¡Aquí fue Troya! ¡Aquí mi desdicha, y no mi cobardía, se llevó mis alcanzadas glorias, aquí usó la fortuna conmigo de sus vueltas y revueltas, aquí se oscurecieron mis hazañas, aquí finalmente cayó mi ventura para jamás levantarse!
Aquí usó la fortuna conmigo sus vueltas y revueltas. Aquí lo hice lo mejor que pude y perdí una oportunidad, llegué tarde a mi vida, no logré lo que me propuse. Aquí un sueño que tenía se marchitó en once metros. Sin embargo, Sancho ya conoce al caballero, y le recuerda que lo que no está en nuestras manos no debiera herirnos,
Tan de valientes corazones es, señor mío, tener sufrimiento en las desgracias como alegría en las prosperidades; y esto lo juzgo por mí mismo, que si cuando era gobernador estaba alegre, agora que soy escudero de a pie no estoy triste, porque he oído decir que esta que llaman por ahí Fortuna es una mujer borracha y antojadiza, y sobre todo ciega, y, así, no ve lo que hace, ni sabe a quién derriba ni a quién ensalza.
El fútbol es así. lleno de fingimientos, triquiñuelas, árbitros comprados y aficiones que exigen un 15-0 cada partido. Pero a veces nos hace pensar que dentro de un campo, el balón no obedece al desleal o al injusto, sino solo a quien lo trata bien. La realidad es que sopla donde quiere, como el espíritu. Y que la suerte siempre juega un papel tan grande que asusta pensar en nuestro desamparo frente a sus coletazos. Se ha mostrado antojadiza y ciega con vosotros. pero vuestro año ha sido, hacednos caso, la hostia.
Atrevíme, en fin; hice lo que pude, derribáronme, y, aunque perdí la honra, no perdí ni puedo perder la virtud de cumplir mi palabra. Cuando era caballero andante, atrevido y valiente, con mis obras y con mis manos acreditaba mis hechos; y agora, cuando soy escudero pedestre acreditaré mis palabras cumpliendo la que di de mi promesa
Ya habeis acreditado con obras vuestros hechos. Prometedlo ahora de nuevo. Nunca dejéis de creer.