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domingo, 8 de mayo de 2016

El día de la ira

En Dundalk hay un gran espolón de piedra. Las nubes perpetuas lo envuelven en un aura ominosa, como si la niebla se hiciera cuerpo y su ojo maligno escrutara desde su bruma.

Quizá sea un asunto de los gigantes. Antes de que las palabras poblaran las lomas, los gigantes dirimían sus disputas usando las montañas marinas como puntas de sus lanzas. Dealgan era audaz. Cabalgó las noches hasta las costas de Carrickfergus y las marismas del Oeste; navegó el Shannon hacia el Sur para buscar el tambor que henchía de furor guerrero a quien lo portara y sonara en la batalla. Desafió a Cuchulainn en las cumbres de Cooley. Fue traicionado y convertido en anciano débil por las malas artes de los genios de las grutas.Abonó la tierra que antes había domeñado. Privado de cuerpo, su espíritu es aún incapaz de agitar la tormenta, pero se cuela subrepticiamente entre los vanos de las antiguas torres y las campanadas agitadas. sopla la brisa sobre la colina de los reyes en Tara, y amenaza avivar el fuego de Slane con su aliento, cuando se recupere. Si las leyendas son ciertas, de las grietas de la tierra nacerán sulfuraciones y él volverá, bravo y terrible, a reclamar sus valles en el día de la ira.

Mientras todo eso ocurre en algún plano desconocido del tiempo, la voluntad maliciosa existe, me corroe. Oxida las cancelas y agrieta los muros. Enturbia los cielos y convoca la lluvia. Camino lento y absorto alrededor de su torre, sabiendo que su voluntad de doblegarme reside entre los pináculos y los contrafuertes. No hay nacido de mujer que pueda resistirse a un gigante y algún día, caeré entre sus garras. Ellos nunca olvidan, y pulsan el corazón secreto de su tierra. Hoy, resisto el tedio, su mirada, los pasos huecos, el recuerdo amargo.

Pero esta noche pesa. Y sube una bruma que hace sentirte cansado de ti mismo, y los prodigios se suceden para quien sabe mirarlos. Funeral de ilusiones, malicia de otros, indiferencia y caos. Las nubes encapotan el sol como una joya demasiado preciada y débil.El futuro hiberna, y las fuerzas flaquean. Las voluntades yacen heladas en los impulsos refrenados e incluso los atardeceres naranjas traen noticia de infaustas nuevas.

En Dundalk hay un gran espolón de piedra. Y en mí, una espina que sangra.




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