Esta noche sin guía, aguardo solitario
La visita de
heraldos que han de venir soberbios
Enjaezando sus
monturas en un oro afilado
Para que pierdan
mi voz y esparzan su silencio.
Ya no me queda brío
para arrojarlos, fuerte
Ni he de llegar a mi huerta de primaveras suaves
Ni volver por la
acequia que hoy caudalosa asiente
Al rumor que ha
de venir y que todo lo sabe.
Frente a una
hoguera altiva, de claveles y mirtos
Me han de contar
su historia y dictar mi condena
Mientras el cielo
siembra faroles amarillos
Y la brisa
nocturna despierta mis ausencias.
En las estrellas su crujido seco resonará ruinoso
Y nos observarán desde su desierto de esplendor vacío
Y las cadenas que me impongan ya han sido forjadas
en las estancias oscuras del señor del abismo.
Y partiré con
ellos, y estaré triste y vencido
Por todo lo que
aún debo y ya no resarciré
Mis manos serán
grietas, mi boca un seco ruido
Y en la piedra
estos pasos resonarán a ayer.
Y tú viajero, contémplame yacente.
Pide por mi alma y comparte lo que dejo puro
Trabaja mi hacienda
y cultiva tu paz.
Haz de mi recuerdo una chispa breve.
Por piedad te
pido, construye alto un refugio
Pues los pájaros llamándome
desde allí cantarán.
Y no abras la
puerta ni te entregues débil
A caballeros que
vengan y aguza tu oído
Si en el breve
camino te alerta un sutil ruido
Y el aíre se
llena de una pausa inerte
Defiende tus obras,
tu tiempo y tu vida fértil
Mientras cabalgan
ajenos y aún no vienen a verte.
Hasta pronto, amigos.
Sublime.
ResponderEliminarMagnificiente, como tú
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