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domingo, 29 de julio de 2018

Pausas. 29 de Julio.

No toda pausa es pérdida, al igual que no todo silencio afluye al gran río del olvido. A veces la vida cansa y los ecos del pasado aturden, los errores persiguen y las tardes abruman. De todas las fiebres del mundo en el que vivo y en el que me comparto, creo que la que más me cuesta sobrellevar no es la pasión por el dinero ni la burla del alma; ni siquiera el cultivo del yo como un barbecho de nuestra naturaleza en favor del impulso animal, o el gregarismo ubicuo que borra el matiz. Relacionado con ello, crece la peor hierba que puedo concebir, lo que nos arruina el paisaje moral, ya de por sí precario, creo: la inmensa perversión del lenguaje, el señuelo, la posverdad, la cadencia de información residual inundándonos para que caigamos en el mismo lodo juntos. Como los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo, el mundo se hace más inhóspito, irreal, pobre. En fin, no soy un santo, cometo más errores que nadie. pero cuando el perdón y la ira son solo marcas, etiquetas, y las campañas y los resúmenes se centran en el bien y el mal sin atención a la complejidad, la vida humana se empobrece. Y yo la empobrezco cada día, colaborando con la atmósfera irreal de excitación y ansiedad, el zumbido perpetuo de una colmena agotada de sí.

Para la doctrina hinduista hay un velo de Maya entre nosotros y la realidad, de manera que no podemos aprehenderla nunca, siempre pugnamos pero no podemos escapar de ese manto sedoso. Es una idea que siempre me ha parecido tan sugestiva y poética... cabalgando problemas y equivocaciones, quise escribir acerca de ello para expresarlo de mi mejor manera, aunque temo no haberlo conseguido. Aquí os lo dejo, me lo dejo como tributo virtual por mi desidia y descuido. Por favor, perdonadlo.


Maya

Cae la lluvia; es un velo de sombra
Que aleja la claridad de la alborada limpia.
La aurora dona su languidez fresca
Y el rocío derrama un néctar de misterio.
Las formas diluyéndose son ecos nocturnos
Que anuncian el olvido que seremos.

Si alzara ahora la mano contra lo que está frente a mí,
Un paisaje desolado de sombras y perfiles vagos
Entendería quizá porque nunca lo alcanzo
Porque la realidad es también un vacío
Y otro perverso enigma, y un espejo cóncavo.

Quizá algún día, quienes vengan
Sepan entender la hierba, y la agonía del azar el encender la tarde.
Nosotros vivimos en sensaciones cortas y cercenamos lo que percibimos
Con pasión inútil. El arroyo del devenir nos inunda suave
Y la licuación sutil del cambio alumbra trampantojos
Mientras el sol no acaba de mostrarse
En nuestro tenso fondo del pozo.

Debe haber algo más que aparte el velo.
Una sonrisa de Maya también tras el arrojo
De expulsar la claridad y adoptar la sombra
Que va siempre en nosotros.
O quizá sea la chispa latente
la que teje y oculta todo entre sus hilos.

Tiene que ser una armonía de dulcísimo filo,
Más allá de la frecuencia que ven nuestros ojos
O pueden alertan los oídos más agudos.
Un palacio de cristales de simetría y brillo
En un océano de silencio de destello oscuro.

Tiene que ser un murmullo más allá del principio
Que imponga una manera de nombrar y recordar las cosas.
Un vientre cálido y mecido como onda de luz
Inquieta y primordial
Incesante y perpetua,
Y en el cual sabrás tú también contemplar
Lúcido y sabio: vayamos hacia allá. Despierta.



Hasta pronto, espero.

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