Camina tras aquellas que no llevan de vuelta, y apuesta una vez más, mientras queden fuerzas. Avanza en la noche y contempla los rincones olvidados, hechos de ruina y de desahucio. Accede a las sombrías de los palacios, y que el trono no te haga cobarde, ni el cetro altivo. No pares en él, pues las puertas siguen. Esparce el tiempo con quien ama y da gracias a su hechizo. Olvida el mar en las que se ocultan en los montes y respira en las de cumbres que te olvidarán pronto. Bebe atento el olvido y sigue caminando. La ruta nunca acabará hasta que uno despierta. Confía en tu hado. No tengas miedo. Sé valiente. Alaba el rigor de tú senda, solo hecha para ti. Demuestra tu esperanza. Nunca mires atrás. Abre todas las puertas.
Dundalk se mece dulce entre la brisa cálida del atardecer y brinda su luz que viene de otros días.
Quién sabe del revés de cada hora!
¡Cuántas veces la aurora
estaba tras un monte!
¡Cuántas el regio hervor de un horizonte
tenía en sus entrañas de oro el trueno!
Aquella espada dio la vida.
Aquella rosa era veneno.
Yo pensé una florida
pradera en el remate de un camino,
y me encontré un pantano.
Yo soñaba en la gloria de lo humano,
y me hallé en lo divino.
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