Hola, Miguel:
Se me hace raro seguir llamándote así. Tantos nombres han pasado por nosotros como los amigos y grupos que hemos frecuentado y perdido. Sin embargo, espero que sepas perdonarme que no use ningún apodo o vocativo amistoso. Ya no sé quién eras y yo he ido olvidando quien soy.
Seguirás viviendo en ese angosto corredor de mi recuerdo como alguien ingenuo y feliz, de vocaciones simples y soluciones fáciles porque gozabas del cariño y la simpatía de los tuyos. Cometiste errores, saliste adelante, ignoraste el paso del tiempo y allí te quedaste, esperando que los años no trajeran desventura ni esparcieran el veneno que veías en los que ya no eran jóvenes.
Pero han venido también, siniestros, silenciosos. Los heraldos del tiempo han mellado mis fuerzas y los pétalos del tiempo han ido cayendo sobre suelos cada vez más secos. El cinismo y la indiferencia e han apropiado de las esperanzas. Te veo como un frívolo que nunca arriesgó nada por lo que decía creer como tú me verás un cobarde que rindió sus sueños por resignarse a la comodidad de un colchón y distracciones pasajeras. Me sigue gustando, como a ti, Nietzsche, y esa parte del Zaratustra: el espíritu es voluptuosidad, ellos dijeron, y se ríen de quien persigue altas esperanzas. pero tú no arrojes al héroe que hay en tu alma, y conserva santa tu esperanza más alta. Y sin embargo, busco ahora y no encuentro más esperanza que los breves y pequeños placeres, la salud y la mirada amable del azar, que nunca se detiene.
Ya ves; yo no tenía excusa, ni el naufragio de un amor en la melancolía ni la crueldad del destino ni la envidia de una dicha incomparable y perdida. Simplemente, he gastado los años y me han gastado. Aún estoy lejos del que creí ser y hoy veo, porque la edad trae consigo esa capacidad de ver más adentro, que este camino no lleva a ningún sitio. Creo que el tuyo tampoco lo hacía. Seguirás con tus sueños infantiles y tu inconsciencia bendita. Pero no todo está perdido o fue para mal. Con todos nuestros lastres, llevamos vivida una vida privilegiada, seguramente sin merecerla. Como en ti, sigue brillando en mí una chispa aún. Si he de ser capaz de avivarla o si mi desidia (quizá debiera decir nuestra) y abandono marchitarán su fulgor, eso no lo sé. Solo ruego tener esa fuerza mínima para ser decente y honrado. Aunque no lo creas desde tu tiempo, no es tan fácil como parece.
P.D: El mundo es un lugar más frío y desolado, también, pero tú nunca lo veas así y disfruta de las ventajas ambiguas de la inocencia y sigue, desconcertado, tu camino.
Tu viejo amigo, que está demasiado lejos,
Miguel.
Genial.
ResponderEliminar