Hemos llegado más allá de los límites de nuestra constelación. Hemos visto brillar en la oscuridad rayos cerca de la puerta de Tannhäuser. Lo que ocurrió fue que estábamos demasiado maravillados contemplando y casi todo fue olvidado, pero no se perdió. El reflujo suave de la memoria no es la tempestad que azota y borra con furor el segundo previo. Conforta y recupera aquellas sensaciones que nos marcaron.
Me temo que mañana diremos adiós a los últimos supervivientes de una generación irrepetible de nuestro baloncesto, de nuestro deporte. Nos enfrentamos a un equipo superior y la alta competición acostumbra a ser implacable. En cualquier caso, no queda sino batirse; después, se gane o se pierda, miraremos atrás con lucidez y quizá hacia el futuro próximo, con un halo de esperanza por un partido más. Ojalá.
Recuerdo la travesía con tantas celebraciones y algunos pesares; el oro juvenil en Lisboa que presagiaba la formación de un buen equipo (aunque nunca es fácil). Sobrevivir en Turquía a un jugador imperial que vi por primera vez, Dirk Nowitzki, y ser terceros. Sufrir el talento de los superjugadores USA en Atenas y sentir que una oportunidad se había perdido. Saltar con la victoria ante Argentina, que tuvo en su mano eliminarnos, y no creer la final que jugamos contra Grecia. Ganar Eurobaskets y perderlo en casa; no pude ver el partido, en esa época La Sexta no se sintonizaba en el pueblo donde trabajaba: supongo que la adultez es el tiempo de la vida en el que uno no puede hacer lo que quiere porque lo que no quiere está al acecho...y es la regla normal de la vida. Dos finales olímpicas que me dolieron lo que nunca pensé, nunca pensé que fuéramos capaces de tenerlo tan cerca, y en eso se resume la grandeza, en tratar de arrebatar a la realidad lo imposible. Un triple de Teodosic que nos eliminó de un Mundial y nos recordó lo difícil que es ganar siempre. La derrota en casa contra Francia, merecida, y la revancha memorable años más tarde, con Pau convirtiéndose en un héroe sin tiempo (aún sigue ahí, eterno, admirable). La consecución de un Mundial trabajado y meritorio, con el talento del equipo que fue apagándose mientras agotaba las medallas. Todos esos momentos podrán perderse un día, pero permanecerán hasta el final, mientras nosotros lo hagamos. Supongo que es la vida de todos. Recoger lo que a uno le hace vivir con más profundidad, sentido, coraje y pasión, y tratar de hacerlo suyo. Porque para recibir más de esas gemas, uno tiene que arriesgarse a perder otras. Cierta amargura en lo que antes fue inocencia, cierta distancia contra el fracaso, resignación contra lo que no llega...
Así que aquí estamos, deseando un penúltimo baile y que el último no llegue. Por si este fuera el día, solo querría haceros saber que cada defensa y cada ayuda, cada salto y tiro, cada jugada afortunada y cada balón que se escapó del aro, cada furia y cada tristeza, han sido compartidas. El sino de quien no tiene un talento es buscar a los que lo irradian para ser parte de ellos, en una vida mejor. Y vosotros habeís brillado tanto durante tanto tiempo... Solo queda batirse, de nuevo, dar gracias a la providencia que ha permitido tantas alegrías, emoción y abismo y deciros que estamos orgullosos de vosotros. Pase lo que pase.
El cielo brilla con una luz de tarde apacible. No hay viento y las nubes blancas pasan perezosas contra el tibio azul del día. Todos se preparan para lo que traerá este nuevo tiempo, fluyendo en sus pensamientos y lo que sienten, como un río. Lejos, muy lejos, estamos más allá de Orión y sus naves incendiadas nos recuerdan las batallas que hemos podido alcanzar y todo lo que fue necesario para que nuestras manos se encontraran.