El privilegio del talento artístico es expresar temblores profundos en una forma que comunica con el receptor algo inasible mas concreto y pleno. Por eso, hoy que vivimos en tiempos de literalidad, asfixiante virtud y falta de compasión necesitamos la ironía del arte.
El talento de Chéjov es inabarcable. Su teatro fluye como la vida y sus relatos parecen mostrar una vida más real que la que vivimos. Supongo que todos vivimos nuestros propios ensueños y adoptamos los buenos ajenos. Recuerdo la impresión que me produjo Tío Vania. A través de una historia corriente y monótona, se parece tanto a la vida...logra elevar una cuestión que todos vamos sintiendo aunque no lo sepamos: cómo nos gasta y agota la vida. El impulso es más indeciso, la certeza se pierde en el velo del tiempo y todo parece urgente y demasiado poco para lo que merecemos. Hay momentos de luz y de pausa entre la fuga decidida de todo, pero no nos engañemos. Hay quienes creen en una justicia más allá del tiempo, en grandes Ideas, en ellos, en nada. Tanto da. El destino se complace en mostrar un desierto de soledad y abandono. Por esas puertas entre las dunas tú también caminarás.
Por supuesto, no todo es una caída perpetua de años y grietas. Hay quien decide qué hacer y hay quien pelea. Eso es lo que sirve, creo. Caer después de luchar contra el ejército de calamidades. Pero ese es otro tema y esté ya es lo bastante grande. Que un autor suscite toda esa corriente de pensamiento, escalofrío y calor de alma es un privilegio y estoy agradecido por ello. No creo que la cultura sirva para nada si no es para sugerir mejores formas de vivir. Ya hay muchos que se han perdido en la oscuridad.
He estado dando un paseo y me preguntaba por qué los días parecen cobrar su usura más prontamente hoy que hace unos pocos años, cuando la luz parecía más viva. Quizá la pandemia, la furia del fracaso, los desengaños. Quizá simplemente sea que aprender es mucho más difícil. El mundo gira más deprisa, los maestros se han ido y las tardes se parecen a otras. Quizá debiera admitir que no sé apenas nada y acabar con el sabor agrio de quien cree que anticipa lo que pasará porque desea estar en lo cierto. Quizá sea el mundo que se ha convertido en una caja de resonancia del rencor y emite un tono constante, ubicuo, monocorde de ansiedad, un zumbido al que nos hemos acostumbrado demasiado. El resentimiento sustituye al sentimiento y no hay playas donde ser un náufrago de los despojos del tiempo.
En fin, la verdad es que estoy bien. El privilegio del genio es arrastrarte a otros mundos mientras paseas en uno de los que habitan éste. La luz se filtra entre las nubes en un declinar cansado y suave, las olas no tienen prisa en llegar a lamer el puerto tranquilo y el viento no aparece hoy. Las buenas gentes ajetrean la calle y buscan en las líneas de luz una respuesta mientras los edificios callan y las aves llenan el cielo de vigor y voluntad. La tenacidad del tiempo es implacable. La nuestra puede resistir también, aunque sepamos que será fútil al cabo. Y que más da. Las batallas más gloriosas son las que se libran no aunque la guerra esté perdida... sino porque está perdida.
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