Una de las amables paradojas que acompañan la muerte de los tiranos es que acontece sin su permiso. La libertad es invencible. Es la condición humana misma. Puede haber caos, desórdenes, confusión casi absoluta, pero el orden perfecto siempre será incapaz de controlar todas las briznas leves que un viento delicado puede alzar contra su reino. Es bueno que sea así.
En los últimos años, más desde la llegada de una plaga, todos han podido ver que nuevas formas de control y restricción han tratado de imponerse en sociedades abiertas y razonablemente funcionales. A mi parecer, ninguna ha sido tan eficaz como el intercambio de la responsabilidad por la culpa. No prosperará, claro. Un mundo que derruye la responsabilidad de los actos propios acaba desmoronando acaso la única luz más esplendorosa que la hermosa libertad: la inocencia. A veces, pareciera que oscilamos entre una culpa primitiva, el pecado original reciclado, obviamente, y la asignación de libertades que llevarán al paraíso en breve. Como si todo estuviera perdonado en unas tablas de escenario donde los actores balbucean en su momento álgido mientras se desvanecen en una niebla de olvido muy rápidamente. Este dualismo es la brasa de la religión bajo la arena nueva de las promesas que hoy son euforia y mañana serán melancolía. Bajo el término 'libertad', muchas formas de dominio exigen su lugar. Sin embargo, ella se manifiesta sin necesidad de proclamarse, como el rocío de la mañana.
De nuevo, es bueno que sea así. Hemos instalado la idea de que vivimos en una gran prisión. Vasili Grossman en Todo fluye, habla de un prisionero que simplemente desea abrir una zanja, romper las alambradas o volar unos segundos breves para poder morir a diez metros del campo de prisioneros pero fuera de él. Puede que lo que nos haga falta sea más memoria y menos chatarra en el discurso. Porque la verdad conmueve y el cliché agarrota. Porque los fanáticos no sabrán vivir en un mundo del que no pueden ser jueces de los otros y deben serlo de sí mismos. Porque hemos esperado ya demasiado.
Hay tiranía, injusticia, dolor y muerte. No hay manera de suprimirlos. La manera más efectiva de pelearlos es tratar de expulsarlos de la vida de uno, me parece. La noche cae sobre un mundo exhausto y la sombra envuelve a justos e inicuos. En otros lugares, una nueva aurora despunta. Llueve en algún lugar y unos ojos ansiosos escuchan su caer sobre los árboles y los helechos, su beso sobre las ventanas y la apacible nostalgia de otro mundo que luce tras su breves cortina. La luz que modifica esa lluvia ilumina el mundo como la libertad ilumina nuestras esperanzas. Tímida, alegre, dichosa. Aunque haya miseria, confía y espera. Porque has visto y has creído. Sé libre y otra luz anegará tus ojos de alegría. Ya has esperado demasiado.