Dios y el diablo conversaban, como hacen incesantemente, mientras su vista paseaba por la miríada de constelaciones, nebulosas, vacío, galaxias y silencio. De pronto, el diablo propuso un juego sobre alguna criatura. Dios aceptó, divertido. Sus miradas abarcan todo tiempo y se posaron en la mente ociosa de un rey de un territorio oscuro y frío.
En la lóbrega estancia de piedra hay un Rey. Mustio en su trono de silencio, contempla derramarse los rayos de un sol pálido sobre los campos. Un jardinero adecenta el jardín real cantando mientras cuida las adelfas.
"Ay", suspiró el Rey, "quien fuera un humilde jardinero, sin más cuitas que cuidar la belleza. Ojalá fuese ese jardinero".
Una voz más allá de las altas torres del castillo declaró así sea y el rey fue el jardinero. Pero las estaciones fueron pasando y dejó de cantar, mientras las flores se marchitaban y otras germinaban. En el cielo, las nubes pasaban ligeras desde un horizonte hacia el otro.
"Ay", gimió el humilde jardinero, "ojalá pudiera ser una nube que elige donde donar su agua que es vida, sin preocupaciones terrenas".
Y Satán asintió, que así suceda. Y el jardinero fue leve nube en la cúpula del cielo. Y soplaba el viento y la llevaba donde quería en el cielo frío aunque ella quisiera refugiarse tras montañas solitarias, y encima de ella estaba el sol radiante.
"Ah", soñaba la nube, "atravesar el viento, sentir el calor y olvidar los problemas. Ojalá pudiera ser el sol", y Dios afirmó: eso también se te concederá.
Y la nube fue sol. Era magnífico reinar sobre todo bajo sus ojos, calentar y quemar con sus potentes rayos y contemplar tantas cosas. Al cabo, son embargo, sintió vestir un traje de fuego y ser incapaz de despojarse. Encima de él, las estrellas parecían Dioses titilando en una serenidad infinita y sintió tristeza de no poder verlas, ni nada de lo que existía tras su propio manto.
"Oh", exclamó el Sol, "ser divino y libre de problemas. Me gustaría ser una estrella lejana de la hermosa noche", y la voz unida de Dios y el Diablo dijo eso también te será dado, y el Sol fue un dios lejano y brillante de la noche encarnado en una tierra brillante.
Y contemplaba la noche como un campo de perlas y veía las eras pasar como parpadeos de su voluntad superior. Mas invisibles leyes la alejaban del centro, donde yacen las nebulosas de vibrantes colores y sentía la soledad de su lejanía majestuosa.
"Quien fuera", pensaba, "el supremo hacedor y ser y saber todas las causas y el final de todos los ríos". Y una voz conjunta de bien y mal, alegría y dolor, estremeció todo lo que existe al pronunciar desde el centro de todas las cosas que sea cómo buscas. Y la estrella fue un dios, Abraxas, el Supremo Personaje de Jade, la Plenitud, la Conciencia Última.
Y entonces, cuando los milenios pasaban como susurros y la eternidad no acercaba su mano majestuosa y fría, cuando el destino le era esquivo y partes de su voluntad se rebelaban contra Él y blandían contra su fuerza tridentes de volcanes y mazas de torrentes tempestuosos y agitaban los mundos en una batalla interminable, sintiéndose agotado y cuando no estaba luchando contra la esencia inmutable dirigió su mirada sobre una tierra tranquila y apacible y el Uno exclamó, "ay, ojalá pudiera ser un hombre que estuviera a salvo y seguro y no tuviera miedo". Y el dios fue un Rey de un territorio oscuro y frío que mira desde una lóbrega estancia de piedra a un jardinero que canta mientras cuida los crisantemos.
La noche es fría. Todos buscamos algo más. Todos acabamos llegando allá donde nos esperan. Leed a Barry Hughart. Haced el bien y sed valientes.