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domingo, 14 de enero de 2024

El extranjero entre el centeno. 14.01.24.

Dos de las novedades que mas me han impactado tratan en parte acerca de la confusión. A menudo creo que dejaron un poso algo negativo, agridulce, en mí, que desde que recuerdo veo el mundo con extrañeza y lejanía. O quizá ya fuera así de siempre y por eso me influyeron tanto. Es difícil saber lo que hace contigo lo que te pasa y la parte que uno hace con ello. Sea como sea, el sentimiento de ajenidad y desencanto nunca me ha abandonado, y odio esto de mí.

La singladura de Meursault, El extranjero, muestra un extraño para el mundo entonces, alguien que parece totalmente alienado e incapaz de sentir la vida. Todo le resbala. Hoy ese tipo humano parece la consecuencia lógica de la vida que llevamos. Nos hemos vuelto extranjeros de nosotros mismos. Las andanzas de Holden Caulfield, El Guardián entre el centeno, son azarosas y torpes. Él va rebelde y confuso contra la mentira del mundo, aterrado por crecer, sardónico y amargo, oponiendo inútilmente vitriolo contra un mundo amenazante. 

Ambas novelas son espejos concavos y convexos en la idea recurrente desde las grandes guerras que desangraron el mundo: hemos perdido la inocencia. Entonces era una idea que llenaba de angustia; Ahora resulta otra circunstancia incluida en la carcajada universal que nos domina hoy. La narrativa no es similar. Con Camus saltamos de isla en isla en cada frase y entre medias no hay nada. Salinger destila una melancolía terrible con la que no paras de reír. Acaso Holden tiene aún fuerzas y Meursault es lo que queda de él cuando se acaban.

Y así yo. Siento distancia con lo que ocurre. Siento la cercanía de la sombra. Trato de encajar en un mundo indiferente. Anhelo la paz de un sol poderoso y la piel deseosa de su hechizo, la lentitud, un horizonte iluminado. Me da miedo haber caído en la trampa, no haber visto en el campo del centeno el abismo por el que me precipité y que desde entonces nada me parezca propio ni puedo parecerme ya nunca. También me asombra no saber como resolver la apatía y la anhedonia en un impulso físico, sentir la santidad del cuerpo que derrota cualquier pasión triste. Cada vez cuesta más. En fin. Hoy el día es frío con un sol falso que alivia un poco pero no da calor y la luz cae casi horizontal sobre las macetas. Las nubes pasan lentamente sobre el pálido azul y la brisa fría hace a los que pasan y las aves apresurarse, hacia el refugio de un recuerdo quizá. A veces escribo. A veces leo, veo, hago deporte, trato de despojarme de la tristeza. Hay un nuevo año pero las cosas no cambian. Deseo otro futuro, sin la luz solar que precede al crimen ni la noche de las grandes ciudades de neón que evoca la desesperación. Y de esta manera me hallo hoy, como otro día cualquiera. Agitando las fuerzas, sintiendo las espinas, procurando reunir el impulso para saber escapar,


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