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jueves, 18 de enero de 2024

¿Y si...? Dieciocho de enero, dos mil veinticuatro.

Escribo justo antes de un partido de fútbol no demasiado trascendente. La gente de nuestra ciudad pequeña, provinciana, nos hemos acostumbrado a ver los grandes eventos, las furias, la épica, en una visión vicaria, cercana pero ajena. Hoy jugamos contra el Barça una ronda de la Copa.

Y bueno. Aún no hemos perdido, aún desborda la ilusión, aún estamos vivos. Puede que perdamos muy claramente y la ilusión dure unos pocos minutos; tú, que leerás esto más tarde, gracias y no me digas que fue un sueño... porque no aceptaré tan vanas esperanzas. Es un sentimiento real, y es hermoso, entre tantas razones para la melancolía, encontrar una razón de entusiasmo por la vida. No, no es un sueño. Es real y lo que el azar nos ha regalado, que no lo manche nada. Hoy, como todo, es para siempre. En esta ocasión, bendito sea.

Una de las alegrías de la vida es poder permitirte avanzar como si ciertas cosas no existieran, o como si lo vedado no importara. Sabemos que es casi imposible, pero...¿y si...? Y en esos puntos suspensivos, en la amabilidad de una duda que entreabre un portón que casi siempre está cerrado, acurruco mi esperanza.  Pase lo que pase, me ha dado unos días hermosos. No hace falta más.

La luz va declinando entre torres de acero y ruido de grúas. Un fulgor dorado amansa el horizonte y las siluetas de los pájaros rasgan su paz con giros y vida. El rumor del río caudaloso ahora llega al puerto y sale al mar, desde donde lleva, a miles de kilómetros, mi esperanza escondida. 




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