Abril es el mes más cruel. Entre la niebla de la alborada despliega los pétalos de la memoria. La dulzura de lo que se pierde es más espinosa que la dificultad prevista. Y el sol nunca se asoma. Te has sentado en un banco en la luz cansada de la tarde. La frescura de los tilos no parece sino un reflejo del otro lado, aquel que ves en los sueños extraños e inacabables. La palidez de sus ramas, que no filtran la luz del sol, hacen sus brazos cansados.
La derrota del tiempo es que nada cambia. hay otros bancos, otras riberas, pero siempre cae la misma lluvia y acosan las mismas preguntas. El vacío es infinito, frío como la arcilla seca. Las nubes se ciernen en una cúpula de terror silencioso. El camino no lleva a ninguna parte. Acurrucado contra la tiniebla, buscas aquello que despeje tu mente, para no pensar ni sentir. El rumor es lejano. Vas a tratar de olvidar un olvido y pensar en la quietud apacible de lo que resta del día, antes del silencio, antes de que anochezca.
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