Días de ayer, nos modelasteis
Crudamente y a vuestro modo
Días de ayer… Dios os perdone
Lo que habéis hecho de nosotros.
(José Hierro)
Y el verano ha mesado su barba entre vosotros
Cuando se acerca el frío con sus aves grises
Miro hacia esos tiempos y sé que ya no os odio
Había un muro que apartaba las olas
Crecimos apartados de la sed del arrojo
Y el horizonte nunca despejaba la niebla
En un lóbrego paisaje delante de los ojos
Nunca vimos el campo abierto coronado
Por el plácido silencio de los olmos;
Arriba había un sol sin piedad ni más rito
Que su reino inhóspito, salado, pedregoso.
Subimos la colina esperando un buen término
En el que construir en la bajada una sombra y un gozo
Pero hemos mirado desde el alto y la luz nos devuelve
Un palacio vacío en un silencio absorto.
Lo que venga no está dicho y la penumbra esconde
Brillos alados y un rumor misterioso.
Bien pudiera ser que la hora imprevista aún guarde
La silueta amable de un reino misterioso...
Podríamos correr hacia los ríos de la infancia
O alcanzar las nubes con el renovado arrojo
De la juventud, o invocar ese sagrado nombre
Que para siempre perdimos y siempre está en nosotros.
Esa sería la armonía primera. Juguetes de la vida
Sin más tiempo que hoy ni más vista que el gozo
Aprenderíamos a despojarnos de la angustia de mañana
Como tirando sus cadenas al insondable hondo.
Pero me engaño. Esos días de ayer siguen aquí conmigo
Y han esculpido su marca entre los sordos
Acordes de la mano del escultor desconocido
De quien no sabremos sus manos ni su rostro.
Días de ayer, sembrasteis la huerta calurosa
Con grama que arruinó el fruto venturoso.
Días de ayer, que la tormenta guarde
La parte que quede después de vuestro encono.
Brillos alados y un rumor misterioso.
Bien pudiera ser que la hora imprevista aún guarde
La silueta amable de un reino misterioso...
Podríamos correr hacia los ríos de la infancia
O alcanzar las nubes con el renovado arrojo
De la juventud, o invocar ese sagrado nombre
Que para siempre perdimos y siempre está en nosotros.
Esa sería la armonía primera. Juguetes de la vida
Sin más tiempo que hoy ni más vista que el gozo
Aprenderíamos a despojarnos de la angustia de mañana
Como tirando sus cadenas al insondable hondo.
Pero me engaño. Esos días de ayer siguen aquí conmigo
Y han esculpido su marca entre los sordos
Acordes de la mano del escultor desconocido
De quien no sabremos sus manos ni su rostro.
Días de ayer, sembrasteis la huerta calurosa
Con grama que arruinó el fruto venturoso.
Días de ayer, que la tormenta guarde
La parte que quede después de vuestro encono.
Días de ayer, con la espuma tan fresca
Que es hoy en los dedos un rumor silencioso.
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