Una de las características más arraigadas en los españoles es el sentimiento de excepcionalidad. Ya Ganivet dijo algo muy moderno. Que el ideal de todo español sería llevar una carta foral en el bolsillo con un artículo único que dijese este español está autorizado para hacer lo que le dé la gana. En nuestros momentos patrioteros pensamos que ofreciendo un café con leche a aristócratas del COI con negocios de toda clase que se medirán en cientos de millones de dólares los vamos a extasiar. En los momentos masoquistas pensamos que cada corruptela, cada problema y cada cutrez quitan el sueño a los habitantes de Nueva York, Calcuta y Ciudad del Cabo. En el extranjero no saben vivir, pero no hay corrupción. Su comida es malísima, pero son todos educados. Pinceladas.Tópicos. Pensaba en ello a raíz de lo de los Juegos, el péndulo entre somos los mejores y no valemos nada. El olvido de que los políticos son un reflejo de la sociedad que los produce y elige. Y que afrontamos pruebas más duras que unos JJOO, y necesitaremos lo mejor de nosotros.
El día fue relaxing, a pesar de 10 horas de trabajo. Hoy, que se cerró una puerta que ilusionaba y repelía, como siempre pasa con las españas, se abren otras, bajo el cielo encapotado que ya parece que se quedará unos buenos meses por aquí. Botella, joder. Era el sol. EL SOL (aunque compitiendo con Turquía igual quedaba algo prepotente). De todas maneras no se preocupe. Usted no iba a convencer a nadie. Solo confirmó a quienes recordasen al viejo Plutarco que, cuando el destino alza a una persona sin valor por encima de su situación, sólo revela su vacuidad. Y esta persona, sin pasar por las urnas, es la alcaldesa de la capital del país una ciudad de cuatro millones de personas.
Bien pensado, sí que tenemos cosas rarísimas.
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