Hace unos días escuchaba un podcast en el que hablaban de las películas del maestro Miyazaki, cuyas películas descubren una luz apenas usada sobre la vida y reconfortan. Pero esta...esta es un puñetazo, quizá ni eso, no hay muchos golpes trágicos, es una atmósfera pesada, sin concesiones en la que la tristeza lo es todo, inunda la pantalla y cae incesante cada minuto hasta dejarte sin defensas, derrotado. Nunca he visto película más triste, ni creo que la haya. Me pregunto por qué soportamos el dolor emocional de una manera que no haríamos con una escala equivalente de dolor físico. Supongo que es parte de nuestro cerebro animal, que prioriza la supervivencia de una conciencia continuada.
Quizá por eso el heroísmo es más improbable aún que la renuncia a la tristeza. He estado viendo una entrevista al mitólogo Joseph Campbell, el autor de "El héroe de las mil caras", acerca de mitos comparados, psicología de masas y lo que significa ser un héroe hoy en día. Campbell opina que el dragón que debemos derrotar es el del ego caprichoso, en nuestra búsqueda hacia lo que somos. Tarea titánica siempre, hoy se diría que más aún que el ego es el príncipe de nuestros mundos tendentes al solipsismo colectivo. Y sin tristeza ni euforia, contemplo los recodos futuros y cotidianos de mi vida y avanzo con mi lanza en ristre y la adarga al brazo contra la desidia, la pena, la soberbia y el desprecio hacia el castillo de cuento que en los mejores días parece avistarse en las cumbres, cuando el sol despeja un poco las nubes grises.
Dundalk ha visto demasiados héroes oscuros y sabe que la fascinación de un bien absoluto puede corromper al hombre. Advertido de ello, me armo de ironía junto a mi lanza precaria, y salgo a los caminos a desfacer entuertos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario