Al fin llegará un día sin plomo en las entrañas
En el que el hielo ceda y cuando la fuente cante
Mientras el sol cubre de oro las hojas que sonríen
Y el aire será puro y gorjearán las aves.
Pasaremos los días como héroes antiguos
Y no habrá temor que frene ni faltará insolencia
Como un cometa errante prenderemos la noche
Y ofrendaremos al desastre con desdén y soberbia
Pero ellos siempre alcanzan. Es la herida su precio.
Y no hay parapeto que resguarde de la mirada fría
Del centauro que guarda los bosques del recuerdo
Y lleva en ristre fiero la lanza de la melancolía
Porque es locura querer cercar el aire en un inmenso abrazo
O tratar de detener el tiempo en un lazo de anhelo
El postrero ocaso que muestra declinante esa luz lenta
Nos cerrará dulce los ojos con sus rosados dedos.
En el espejo silente de una buhardilla sin orden
Abrevarán las imágenes donde fuimos un brillo
Pues la luz de otras tardes desvelará en su manto
La incandescencia súbita de un recuerdo dormido.
Allí caeremos como hojarasca en un parque de olvido
Y otras luminarias en la niebla llegarán a estos puertos
Pues es el rito de la mar la marea, escondiendo en calma
De los que antaño navegaron sus desgastados pecios.
Se irán perdiendo en el tiempo las marcas del pasado
Y en el campo la grama reclamará su terreno
El otoño dará al tiempo su vestido de tierra
Mientras de algún rincón surge ese lejano eco;
Serán, mientras crepitan en una sala desconchada
Todos los gestos leves que fuimos dando al fuego.
La alegría volverá, como suele, sin saber de donde
Y la algarabía llenará de luces unas sienes de plata
Los recuerdos y un futuro pleno se hablarán a los ojos
Y jugarán ingenuos en su presente, donde alzarán su casa.
Serán días de flores. El bocado del tedio hallará carne viva
En la que no ha de desgarrar ni encontrar su presa
Porque no hay mal que descarrile una pasión de niño
Ni sombra que pesar pueda sobre su promesa cierta.
Luego, la hora de aprender, de pelear y ser herido
De despreciar el día con emociones que estallen
Y volver a empezar después, sabios y vivos
Otro esplendor callado cuando los inviernos cansen
Y los laureles sean sometidos
Y los fracasos pasen.
Al cabo, allí será la vida, y será el juego y el cuidado
El aroma de armonía y del sosiego el poso.
¡Cuánto ha de besar la aurora esta tierra bendita!
Esta tierra dorada, los años sin nosotros.
Esta tierra dorada, los años sin nosotros.
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