Un peón
No he sido nunca un héroe. Me han empujado
A un centro del tablero cruel y vano
De amenazas y temores pleno. Sé que no llegaré a la octava
Pero resisto a la codicia y la crueldad.
Las torres agresoras, los taimados caballos,
Y acabar en el baile desatado
De la furia de unos reyes ingratos.
No he sido nunca un héroe. Me han empujado
A un centro del tablero cruel y vano
De amenazas y temores pleno. Sé que no llegaré a la octava
Pero resisto a la codicia y la crueldad.
Las torres agresoras, los taimados caballos,
Y acabar en el baile desatado
De la furia de unos reyes ingratos.
Debería huir. Pero aquí hablo.
Los palacios, el honor, las doncellas, el oro
De la edad antigua, el caballero…que han sido frente
Al cielo de La Mancha. Por qué la herrumbre lo ha vestido todo.
Mis huesos de anciano están molidos
Y cosecho el desprecio de los otros. No sé qué es lo que llama,
Que me impulsa
A aventar mañana el pulso de mi gozo.
Duerme en el rincón mi adarga bendecida
Y mañana volveré a retar lo real y lo otro.
De la edad antigua, el caballero…que han sido frente
Al cielo de La Mancha. Por qué la herrumbre lo ha vestido todo.
Mis huesos de anciano están molidos
Y cosecho el desprecio de los otros. No sé qué es lo que llama,
Que me impulsa
A aventar mañana el pulso de mi gozo.
Duerme en el rincón mi adarga bendecida
Y mañana volveré a retar lo real y lo otro.
El reloj
Lucho con insistencia contra lo invencible.
La falta de esperanza puso en marcha mis ruedas
Y sin embargo, así lo he decidido:
Tú podrás ser el arco de mi flecha.
Quien fue nadie
Tú nunca oíste aventar en el campo
El látigo con que nos marcaron,
El canto con el que subimos
Y el sol en el que nos crucificaron. Si hubo alguien que oyó,
Quizá lo sepa un día. Hoy solo hay tierra y sol
Y el eco cansado de una voz
Que sigue sangrando y llora
Hasta que despertemos.
Algún día...
Tú nunca oíste aventar en el campo
El látigo con que nos marcaron,
El canto con el que subimos
Y el sol en el que nos crucificaron. Si hubo alguien que oyó,
Quizá lo sepa un día. Hoy solo hay tierra y sol
Y el eco cansado de una voz
Que sigue sangrando y llora
Hasta que despertemos.
Algún día...
El soldado del Somme
Nuestros padres mintieron.
Nuestra juventud también lo hizo.
Hoy nacen crueles los arbustos
En el altar absurdo de mi sacrificio.
Algún día, alguien
Nos conocerá y quizá evite otra siega de sangre
Y quizá no haya nadie que mañana le dispare.
Nos conocerá y quizá evite otra siega de sangre
Y quizá no haya nadie que mañana le dispare.
El despreciado
Ríen las calles con rencor cristalino
Las plazas tuercen la cara cuando aparezco,
El despreciado, el solo, el que nunca descansa
Y a que vivir, que alquimia
Mantiene los lazos con la vida
De este muñeco que solo piensa en crepitar
En lujurias de odio y desprecio sobre su cuerpo mustio
Para que la ciudad se envanezca de su altura.
No sé qué afecto persigo, denegado
Del ansia y del amor de la ciudad
Con el hierro candente del condenado. Y mañana seguiré saliendo
Para que otros escupan lo que dicen que merezco.
Mantiene los lazos con la vida
De este muñeco que solo piensa en crepitar
En lujurias de odio y desprecio sobre su cuerpo mustio
Para que la ciudad se envanezca de su altura.
No sé qué afecto persigo, denegado
Del ansia y del amor de la ciudad
Con el hierro candente del condenado. Y mañana seguiré saliendo
Para que otros escupan lo que dicen que merezco.
El aspirante a poeta menor
No has sido, lector, afortunado. No has topado
Con la música y el oro de los maestros
Ni la profundidad ni las imágenes explosivas
Que encierran el bello veneno
De la poesía.
No sé por qué me afano y me desvelo
Por parecer que tengo… y que sería
Entre los claxon y los mercados de valores
Y la estupidez que impone sus mentiras. He de seguir haciéndolo
Mientras el tiempo lo permita. Y caminar sereno hacia el inevitable olvido
En la barca de Caronte y sus remos de guía,
Hacia la tierra donde nunca es de noche
Ni las palabras importan. Que así sea.
Resisto tanto como puede mi espina.
La voz del desierto
Ve y atrapa una estrella fugaz.
Estira ante tus ojos el segundo.
Vibra con furia la espina dorsal
Del cosmos. Sé un vagabundo
Estelar, entre jardines de luz de luna.
Desgasta las formas en acrobacias de ironía.
Recoge el fruto incierto de la espuma
Sumérgete al fondo de la melancolía.
Abre las capillas del remordimiento
Y deja que el aire fresco remueva sus papeles
Besa a tus días y suplica al viento
Que su inexacto rumbo florezca tus pinceles.
Guarda silencio ante la espina altiva
Que esconde su savia de amargura y ocaso
No mires atrás. Crece en cualquier esquina
Un santuario de roca frente al desamparo.
Cabalga la galerna en un recuerdo amargo
Y domeña en las alturas al dragón de la belleza.
Franquea cordilleras bajo un cielo cobalto
Y honra el mausoleo en quietud de la tristeza.
No pierdas el rostro a lo mezquino y bajo
Y ofrece tu espada para luchar sin miedo
Surca con brío y audacia el río oscuro y bravo
Nunca confundas lo cierto con lo verdadero.
Entre las ondas del lago, oye el susurro de la magia
Invierte las horas en descubrir lo oculto
Viaja a mercados de especias y fragancias
Sabe recordar cuando solo quede humo.
Y al fin, escala un día al escarpado risco
Que será tu fin; Contempla tu obra
Suspira por todo lo que se fue y no vino
No dejes que las lágrimas recorran
Surcos de rabia. Como el mercader avezado
Sabe esperar entre reveses a tu suerte
Y no pierdas de vista que este escueto paso
Es una intermitencia grata entre dos muertes.
Aprende a alabar con decisión. Despeja la ira.
Mira las nubes. Siéntate bajo un olmo. Olvida.
Abraza a quien se busca. Madura con la espiga.
Asciende, acepta, huye, llora, ama.
Al fin, respira...
No has sido, lector, afortunado. No has topado
Con la música y el oro de los maestros
Ni la profundidad ni las imágenes explosivas
Que encierran el bello veneno
De la poesía.
No sé por qué me afano y me desvelo
Por parecer que tengo… y que sería
Entre los claxon y los mercados de valores
Y la estupidez que impone sus mentiras. He de seguir haciéndolo
Mientras el tiempo lo permita. Y caminar sereno hacia el inevitable olvido
En la barca de Caronte y sus remos de guía,
Hacia la tierra donde nunca es de noche
Ni las palabras importan. Que así sea.
Resisto tanto como puede mi espina.
La voz del desierto
Ve y atrapa una estrella fugaz.
Estira ante tus ojos el segundo.
Vibra con furia la espina dorsal
Del cosmos. Sé un vagabundo
Estelar, entre jardines de luz de luna.
Desgasta las formas en acrobacias de ironía.
Recoge el fruto incierto de la espuma
Sumérgete al fondo de la melancolía.
Abre las capillas del remordimiento
Y deja que el aire fresco remueva sus papeles
Besa a tus días y suplica al viento
Que su inexacto rumbo florezca tus pinceles.
Guarda silencio ante la espina altiva
Que esconde su savia de amargura y ocaso
No mires atrás. Crece en cualquier esquina
Un santuario de roca frente al desamparo.
Cabalga la galerna en un recuerdo amargo
Y domeña en las alturas al dragón de la belleza.
Franquea cordilleras bajo un cielo cobalto
Y honra el mausoleo en quietud de la tristeza.
No pierdas el rostro a lo mezquino y bajo
Y ofrece tu espada para luchar sin miedo
Surca con brío y audacia el río oscuro y bravo
Nunca confundas lo cierto con lo verdadero.
Entre las ondas del lago, oye el susurro de la magia
Invierte las horas en descubrir lo oculto
Viaja a mercados de especias y fragancias
Sabe recordar cuando solo quede humo.
Y al fin, escala un día al escarpado risco
Que será tu fin; Contempla tu obra
Suspira por todo lo que se fue y no vino
No dejes que las lágrimas recorran
Surcos de rabia. Como el mercader avezado
Sabe esperar entre reveses a tu suerte
Y no pierdas de vista que este escueto paso
Es una intermitencia grata entre dos muertes.
Aprende a alabar con decisión. Despeja la ira.
Mira las nubes. Siéntate bajo un olmo. Olvida.
Abraza a quien se busca. Madura con la espiga.
Asciende, acepta, huye, llora, ama.
Al fin, respira...
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