Las ideas que promulga el Estado para someter su voluntad pueden ser razonables, que en un grupo humano hay causas que son las mías y las de otro. Ay, mas la pasión por el dominio siempre pesa más que la verdad de la condición humana, su fragilidad, su levedad, su miedo. Sobre ese miedo se alzan las estructuras que solo reconocen a quien aporta un poco más de calor a la intemperie común o a quien es un enemigo. Sobre la fuerza compartida, la ira acumulada contra los antagonistas, la pasión que surge del olvido de toda melancolía, el Estado, a quien debiéramos temer, nos ofrece siempre alguien a quien temer y odiar. Es un puño sin brazo dispuesto a ser conquistado por la fuerza y a multiplicar la fuerza de quienes blanden su filo.
Es espada y también una dulce varita mágica. Si no es necesaria la fuerza, usa el embrujo: la amenaza puede ser tan poderosa como su ejecución. El embrujo puede hacer del decente un miserable y del fanático un ejemplo, del intelectual un charlatán (con ellos es fácil; tienden a sufrir la cobarde fascinación por la brutalidad) y del impostor un salvador. Todo lo puede el embrujo de su voz suave hablando bajito y dejando mostrar el hacha. Acoge ideas que lo refuerzan, paga a quienes puedan convencer a otros, persigue a los traidores, hace ejércitos de los rebaños.
Censa, impone, regula, tasa, advierte, recomienda, castiga, nombra, obliga, ataca, registra, estipula, legisla, distribuye, exige, fuerza, aprisiona, despoja, regala, existe, existe desde mucho antes que el individuo nazca y persistirá cuando muera. Hace sentir miedo para que no sintamos miedo de que se nos mande a morir en la creencia misteriosa de que su causa es la nuestra. Interviene en el juego global que siembra el mundo de tensión para justificar sus ingentes gastos en la defensa de su propia élite. Mientras tanto, van pasando nuestras vidas, como dentro de un sueño. El embrujo convierte cualquier realidad en cualquiera de sus conveniencias, porque puede aplastar a quienquiera que no desee compartirlas. Si mañana ese poder cae, la varita mágica será utilizada por quien reúna la mayor fuerza. Y esa magia perversa nos envuelve cada día. Afortunadamente, podemos fingir que es benigna y cuando el poder es disputado, puede permitir un respiro. Pero no nos hagamos ilusiones; no depende de nuestra voluntad ni de nuestra resistencia.
La ciudad despierta con una luz pálida y el muelle trae olor a sal y a vida, la que bulle bajo las aguas bajo su faz tranquila. Unas pocas luces se añaden al sol que muestra una breve luz tras las nubes. Algunos coches pasan. Las aves buscan en los despojos del camino a lo largo del río y en la entrada a la mar. El tiempo pausa su frenesí por un instante. Viviré como si fuera posible naufragar en un momento de soledad y ternura. Como Diógenes con su candil en la tierra de Sínope, donde el sol es más generoso que en el Norte, busco a un ser humano...
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