Yo no quise la bruma de soledad del Norte
Ni ser la sombra errante de su blanca piel.
Pensaba que bastaría un guiño de la suerte
Y la fortuna y el amor acudirían como un cachorro fiel.
Deseaba un aura de paz y de alegría nuevas
Que retornasen en un hechizo al principio de todo
Hacia el presente mágico, despreocupado y libre,
Sin deseo ni miedo, un sueño silencioso.
No pude. La voz que en mi desasosiego
Cubre de ensueños imposibles la amargura del día
Aparece frente a mí, como un dragón furioso
Que se alimenta del fruto oscuro de mi melancolía.