Paréceseme (siempre deseé empezar una entrada así) que vivimos un tiempo de palabrería incesante. Siempre he sostenido con pasión la idea de que los límites del lenguaje son los límites de nuestro mundo, así que debería ser una buena noticia. No lo es. La inflación de palabras huecas revela el enflaquecimiento de las ideas y el perverso intento de oscurecer la verdad en perífrasis y trucos verbales. La realidad es poliédrica y sus múltiples fenómenos admiten aun más interpretaciones. En un mundo que acepta todas como verdaderas, como todas las tradiciones igualmente interesantes y todos los dioses igualmente falsos, las palabras son el disolvente de la visión común del mundo, en vez de su fundamento. Para ello, hay que ampliar los significados de cada voz a conveniencia y oscurecer la realidad en una tormenta de palabras que no construyen nada, apenas ocurrencias como mieses de las eras.
Diría que el 'hablar claro' tiene peligros obvios, la demagogia, la simpleza, la agresividad. En su mejor forma, la mirada clara del lenguaje que no desea ambigüedades ni malicias es un aliado natural de la decencia. En muchas ocasiones hay que elegir entre conducirse decentemente o con habilidad; las dos cosas no pueden ser.
La inflación y siguiente devaluación de las palabras ocurre en los asertos inocentes, este, esto, aquello son lo mejor del mundo o en las piruetas que tratan de desviar el pensamiento de su carril ocultándolo en la cháchara de los hombres huecos. esa gente sin imaginación ni sensibilidad que desvía con farfolla su ausencia. Todos los que deciden que su falta de verdad con cualquier intolerancia vestida de palabras, palabras, palabras que hacen perder la cabeza y en nombre del amor defienden el asesinato y en nombre de la pasión, la sumisión.
Uno quiere ser optimista y cree, porque creer es querer creer, que existe aún la fuerza de lo bello, lo justo y lo bueno. En sus mejores formas, está más allá de las palabras, pero las palabras pueden vivificarlos en otros y compartir su hechizo. También entiendo que es espinoso denunciar inflación de palabras y falta de ideas escribiendo entradas de aficionado en un portal personal cada pocos días. Pero allá otros. Si consiento en el error, será contra mi intención y un error no es peor que la maldad.
En eso estamos, desde una habitación que mira un cielo sin nubes y un edificio gris, y un resplandor fugaz y un río que muere en la entrada de un puerto hacia un mundo preñado de futuro. Las gaviotas graznan y los paseantes se encogen bajo un viento que empieza a llevar gotas de lluvia fina, una lluvia que no limpiará el alma pero puede refrescar las mentes que vagan cansadas. Somos más que palabras, en los mejores momentos: somos la encarnación de un espíritu del mundo que nos traspasa y nos alza de nuestra condición. Una vez que nos acerca a la verdad, sabemos, conocemos y tras la comprensión, seguimos adelante con una nueva fortaleza y asombro y de esa autenticidad nace la savia que da a las palabras vida. Palabras, palabras, palabras...mientras el mundo gira y la ciudad se vence contra su costado, mientras la vida baila y nosotros seguimos buscando.
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