Translate

domingo, 3 de abril de 2022

'Un enemigo del pueblo' y la evolución de las cosas. Tres de abril, 2022.

Hay un malentendido recurrente en el arte, específicamente la literatura. Las obras pasadas que presentan temáticas o tratamientos actuales tienden a ser consideradas más profundas que aquellas más arraigadas a su tiempo. Quizá nos conforta pensar que nuestras turbaciones no son ni siquiera originales y que la angustia es una forma de exageración. Para mi, esto es un error. Lo que resalta la humanidad es el sustrato que permanece más allá de las modas, los giros propios de la época y el espíritu del tiempo. Me parece que esto es más relevante en las obras que muestran usos y costumbres pasados con naturalidad.

Hay otra razón para la sospecha, además: lo que nos confirma no es saber lo que nos repite, sino lo que nos engarza a momentos distintos pero que despierta una misma llama humana de coraje, compasión, sufrimiento y aprendizaje. Cada generación tiene sus retos y ninguno es fácil. No se trata de especular con ello, sino de encontrar la mejor forma de afrontarlos y usar nuestro tiempo para mejorarnos y dejar un rastro amable al futuro. En fin, esto son vaguedades. Vosotros sabéis por lo que pasa cada uno, y nosotros juntos.

En fin, he leído esta semana Un enemigo del pueblo. La trama es directa, eficaz: los intereses de la mayoría chocan con la verdad revelada por un hombre honesto. Hay un aliento que me recuerda a Brecht (posterior, pero llegué a él antes que a Ibsen), de grandes declaraciones y aliento desmesurado en la denuncia apasionada. Me gusta. Me resulta casi siempre inspiradora la apelación a la nobleza de espíritu. No obstante, me parece que hay una confusión elemental mas peligrosa entre la madurez y la conformidad. Reivindicar la minoría olímpica y la altura moral del hombre solo no ha dejado de estar vigente en los últimos siglos. La mediocridad de la masa, la verdadera vida que está ausente, el dinero sin moral ni memoria, el rencor contra las almas grandes, todo está reivindicado en la obra de una forma literariamente bella pero éticamente peligrosa, quizá. No necesitamos más impostura ni inventarnos situaciones escogidas para ofrecernos bajo la luz más favorecedora. Necesitamos la honestidad que se devana en la oscuridad por alcanzar un poco de luz, sin aspiraciones de mesianismo ni trinchera, me parece. Ya hay demasiados que se han perdido en sus propias ensoñaciones: simples que viven como si vivir fuera demostrar a los otros su superioridad. Almas huecas que preferirían hacer al mundo arder antes que sentir la frustración personal de no dirigirlo. Los que desean embarcar involuntariamente a los demás en las hazañas que muestren su grandeza en lugar de ser modestamente útiles y buenos con los que tienen más cerca.

Un enemigo del pueblo es una obra de teatro maravillosa que cuenta muy bien la tragedia de la soledad contra la injusticia. No creo que sea menos vigente que su tema principal el secundario, la purificación, aquel empeño santo de formar sociedades a imagen y semejanza de sus poderosos, que pretenden ser todos. La libertad molesta a quienes creen merecer una justicia distinta.

La noche ya cayó y un resplandor azulado nace de los edificios adormecidos. Llegará una nueva semana y seguiremos iguales con algo distinto que ofrecer. El viento barrerá algunos enigmas y traerá otros, las aves seguirán cambiantes y fijas contra un presente eterno y las manos invisibles que nos gobiernan agitarán sus causas para vernos bailar. Hay enemigos del pueblo con buenos motivos y hay canallas. Hay mayorías abyectas y las hay sensatas. Es hora de combatir contra nosotros mismos para encontrar una luz que muestre el comienzo de camino a casa, sin odio, sin arrogancia, sin victimismo y sin mentira. Después, la soledad será nuestra guía y acaparando sus pedazos, acaso logremos merecer un día un instante de  fuerza y verdad que luzca contra las tardes gratas de la primavera. Sabremos ver. Sabremos continuar.




No hay comentarios:

Publicar un comentario