En Milán hay un cementerio monumental; quizá muchos lo habéis visitado. Como casi cualquier cementerio, transmite una atmósfera de irrealidad, de no-lugar. El tiempo ha dejado de existir, junta ya la mayoría en una eternidad sin instante.
Hay algo, sin embrago, que me resultó distinto. El afán por el recuerdo, el esfuerzo por crear volumen, forma, grandiosidad parece una grata similitud con las vidas pasadas que imaginamos, que dejaron un fruto. Ángeles poderosos, escorzos abrumados, mazas de piedra, todo sugiere el mensaje de que la existencia que acarrea pequeños logros incesantes termina recogiendo un legado, privado, modesto si se quiere, pero perceptible. No es a los futuros a los que debemos su aprobación, sino que esperamos que al volver la mirada, podamos encontrar qué hicimos que mereció la duda. Nunca se sabe, pero al menos es un objetivo estimable. Hoy, todo parece orientado al olvido y levantar ruinas sobre ruinas. La sobreexcitación constante requiere una ductilidad infinita, que el espasmo inducido del ahora borre el del segundo anterior.
Acaso fue siempre así, pero uno no podía ser tan consciente. Sepultados por todo lo que existe a la vez, es fácil titubear y dejarse caer. No es que un arcángel temible sobre una lápida pueda cambiar eso, porque no puede cambiar nada. Pero precisamente esa es la idea: no se trata de cambiar por el reflejo futuro tangible, sino de ser por la realidad presente y brumosa. Y deberemos entender que no podemos dejar ser gobernados por impulsos que estallan y se marchitan, sino buscar en cada día, todos los días que pueden florecer en él, y elegir el camino. Al final, una estatua, una luna, una cruz o el fuego tampoco cambian nada. Es hoy, 17.34 de la tarde en el meridiano de un barrio inglés antiguo donde pasan las vidas y quizá haya ejércitos que nos miran desde un cielo inalcanzable, el de nuestras almas mas allá de lo que sabemos intuir.
La tarde es clara tras la lluvia. El silencio del domingo lleva una música futura y yo intentaré irme pronto, con el recuerdo de todo atesorado para mañana pelear mejor en otra nueva tierra. Si lo lograré, no lo sé. Pero hay que intentarlo.
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