Es un género propio, bastante popular: la oda a las dificultades de los ricos buenos: deportistas, gentes del espectáculo, aquellos cuyo talento o suerte la sociedad perdona, vaya. Aquí hay que perder, o ganar pidiendo perdón, si no queda más remedio.
Hemos visto cosas que otros no creerían: sociedades quebradas por la recesión enervadas por la suplencia de un portero. Por algún fracaso profesional o personal de cantantes, actores, cocineros. No es que no sea comprensible. La evasión es necesaria. Lo que sorprende es la tendencia a la sensiblería en situaciones particulares de celebridades y la ceguera con dramas sociales. Supongo que el perverso tío Joe Stalin era perspicaz cuando comentó que el asesinato de uno es una tragedia y el de miles una estadística. Testimonia además el poder abrumador de la cultura, que hace creer que la realidad tras las pantallas es más real que aquella tras los ojos. Hay muchedumbres que obtienen su percepción de la realidad en ese embrujo colectivo. Me temo que por eso sienten su propio amor desperdiciado, su dolor invisible, sus vidas nada flotando en un vendaval de olvido. Y adoptan las inconveniencias de otros para poder sentir su propio dolor en ellas y ser escuchados.
Yo no vivo en un lecho de rosas, pero tampoco debiera quejarme mucho y, ay, lo hago también. Aún así, sigo repudiando los reportajes de las penurias de los famosos, presentes o pasadas. Es cierto que se puede aprender de la caída, pues el fracaso y la dificultad pueden inspirar. Sin embargo, temo que una concepción malsana del éxito arrastra una perversa interpretación del fracaso; un oráculo abstruso cuya superación te hará triunfar. La confusión entre el sesgo del superviviente y la contemplación del héroe. En fin, la madeja tenebrosa y lúdica de la fortuna. Sólo pido, con paciencia, que la pobreza no sea romántica, la dureza la exigencia del ganador y la competición en todo el envés de la trama del lloriqueo insensato por los privilegiados de la vida. Tú también sufres y dudas, y haces las cosas lo mejor que puedes. Pensamos que es un escollo y en realidad es la vida.
La lluvia cae pertinaz sobre el mundo, otra tarde más que muere joven. Las luces parpadean borrosas y un manto de frío y soledad hermosa cubre el mundo absorto.