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jueves, 14 de septiembre de 2023

Prueba de fe. 14 de septiembre.

¿Por qué será que cualquier muchacho robusto y saludable, que tenga dentro de sí un espíritu robusto y saludable, en un momento dado se enloquece por darse a la mar? ¿Por qué será que, durante el primer viaje que hicieron ustedes como pasajeros, sintieron un estremecimiento místico al enterarse de que ni el buque ni ustedes ya no podían ser vistos desde tierra? ¿Por qué será que los antiguos persas consideraban sagrado al mar? ¿Por qué será que los griegos le destinaron una deidad especial, un hermano de Jove? Sin duda, todo eso no carece de sentido. Y es aún más profundo el significado del mito de Narciso que, al no poder ceñir la imagen exquisita y atormentadora que veía en la fuente, se arrojó a ella y se ahogó. Pero todos nosotros vemos esa misma imagen en nuestros ríos y en nuestros océanos. Es la imagen del inasible fantasma de la vida. Y esta es la clave de todo.

Moby Dick.

Pues no lo sé, señor Melville, pero ocurre. He leído antes que casi el 100% de los encuestados en una oficina dejarían de inmediato su puesto si se les ofreciera un viaje al Antártico en una gran navío de madera. Qué puedo decir. Yo lo haría. Cuando el corazón es un húmedo septiembre que mira al septiembre húmedo, cuando el sol empalidece y se diluye entre nubes porosas de neblina, la única forma de no perder la cabeza parece ser el movimiento hacia la incertidumbre. La Cólquide, la Atlántida, cualquier isla misteriosa, cualquier lugar, pero en camino.

Pero aquí sigo, mirando tras la ventana la tarde triste, las gotas resbalando por la ventana y el tiempo curvándose tras los sauces. La ciudad se encoge de frío y soledad y el mar es esta tarde un punto tan lejano que parece un espejismo, como una prueba de fe contra "el inasible fantasma de la vida". Las aves callan y los pensativos edificios son fríos y azules, contra el atardecer inmenso, la lluvia desatada y el corazón cautivo.






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