Durante algún tiempo
No he escrito ningún verso
Me adentré en el color de los atardeceres
Y vi en la espontaneidad del instinto
Los meandros del ser.
No sé lo que buscaba.
Ahora que todos los cielos de cobalto muestran
Guiños ansiosos mientras van pasando
Y nada hay inocente o libre de insidia venenosa
Acurruco lo vivido frente a lo por venir.
Y doy gracias, aunque sea en voz seca,
Una voz que se pierde en el crepúsculo,
Por haber podido contemplar la belleza, la paz
Y recontar el fluir del arroyo generoso
Con las manos aún vivas.
Porque no importa el año. Lo que importa
Es contemplar el final de cada día
Y contemplarlo en paz.
Aunque me canso en ocasiones de mí mismo
Y las alas baten contra el aire con el sonido
Agrio y efímero de una tos cansada
Aunque la soledad puebla mis días y los llena
De figuras de bruma que la luz destruye...
Pido que rueguen por nosotros y nos guíen
Para volver a encontrar el sendero escondido
Y, allá en el horizonte, aquella luz desnuda.
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