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domingo, 16 de junio de 2024

La identidad. 16.06.2024.

Fui a ver ayer el partido de España. Quedé para ir a un bar donde se reunía mucha gente del país. La madre que me parió; me encontré en la verbena de un pueblo. Me fui antes de que pincharan la Fiesta Pagana, algo de Bisbal y flamenquito bohemio y suavecito. Me dio tiempo a escuchar a Ska-P. Esto es un desastre. Si suena Amparanoia o Chiquilla, me tiro por el balcón. En fin: cuesta entender que la mayoría se esfuerce tanto en demostrar que es lo que se supone que debe ser para el tópico. Es algo que se nota bastante siendo extranjero.

La identidad es un impulso muy poderoso porque somos seres ultrasociales a los que la soledad aterra por motivos primordiales, ancestrales y correctos. Pero, entendiendo todos los motivos de psicología evolutiva, tampoco me apetece que mi cerebro reptiliano me susurre que estoy frente al fuego del clan en una puta cueva en la tercera glaciación. No entiendo y me enerva la necesidad de cualquier grupo en un lugar ajeno al de su tribu natal de tener que reafirmar punto por punto cada estereotipo que se considera banalmente positivo. Huyo de todo eso como puedo, supongo que no totalmente, pero aún soy joven y cada vez me seduce más la misantropía radical. Odiar a todos por igual, empezando por mí, sin límite de nacionalidad ni condición.

En fin. Vivimos en tiempos fuertes para la gran idea asesina de la Identidad. Nos agrada la exageración y la simplificación para presentarnos uniformes en grupos a costa de empobrecernos como individuos. Es la sociedad del espectáculo, el sucedáneo y la imitación, donde la falta de autenticidad es el mayor logro porque muchos creen que en la falsificación y la impostura radica lo real, en declaraciones vacías, sentimentalismo tóxico y mentiras obvias que es más cómodo aceptar como si, por si acaso. Así que no, no todos vamos en el mismo barco. O a lo mejor sí, pero yo estoy hasta la polla de ir.

La noche cae sobre un mundo que se esfuerza porque todo sea cada vez más esencialista y colectivo. Cuando despertemos, veremos en que lugar alejado hemos conseguido llegar y que difícil será volver a un lugar común, en vez de propio. Supongo que queda mucho tiempo para ello, por desgracia. Y las nubes de la noche avanzan tenues, cargando de sombra el horizonte borroso. La brisa se ha detenido y un frescor de octubre desciende. Las luces de edificios sigue luciendo como si llegara desde una niebla confusa: aquella en la que nos agitamos.




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