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domingo, 9 de junio de 2024

Un sueño soñado. Nueve de junio.2024.

Soñé que perros habían entrado en mi casa mientras dormía. Eran perros salvajes, de aquellos que no guardan en su mirada la alegría, de los de mirada alerta en la que laten amenazas. Han roto su lazo con lo humano y reclamaban su precio. Tenían su pelaje asilvestrado y se movían con lentitud de depredadores, mostrando los colmillos y el hocico mojado, con la cabeza hacia arriba como hacen los mastines antes de la pelea. Gruñían a formas invisibles mientras olisqueaban el aire tibio de las salas. Su espina dorsal arqueada presagiaba furia.

Destrozaron la puerta, rasgaron los sofás, tiraron las sillas y arrojaron jarrones. Ladraban a algún lugar más lejano, como buscando algo escondido. Miraban hacia las entrañas, como los lobos. Se miraban entre ellos para mantener el control, en manada, elevando su instinto sobre la habitación mía. Todo había quedado bajo su poder, despojado de influjo. Su acecho levantaba un silencio envenenado.

Estoy aquí yo, acaso más allá y a mí me buscan y ladran hacia un lugar ignoto, donde está mi verdadero ser. Sólo mi conciencia está en el medio del salón que ellos han devastado, pero es una conciencia rota, incompleta. Creo recordar que sé la razón por la que han venido, pero no sé conjurarla en palabras o en pensamiento. No sé que pasó ayer. No logro rememorar como era mi casa, este salón parece algo distinto. Yo veo sin ser visto, como si estuviera fuera del cuerpo. Una presencia tenue en el aire suave de la claridad que precede al alba. Una silueta levemente más sombría, sin forma definida. A esa figura que parezco yo la ignoran, soy casi invisible, perciben algo siniestro pero no saben lo que es, y olisquean el aire, pero no me encuentran. Intento gritar y no puedo. 

También yo puedo ver lo que ocurrirá. Algo me hará perceptible, para mi perdición y el júbilo de la jauría. Puede que me traicionen mis cosas y se rompan mientras intento aquietar mi respiración, o puede, sí, así ocurrirá, sin duda, que una puerta se abrirá desde la compacta pared hacia donde mi verdadero yo, que no conozco, yace sin saber nada. Ellos la encontrarán, aprestarán sus formidables músculos y en su mueca fiera se lanzarán sin dar ni pedir tregua y hundirán sus fauces sobre mí, con los ojos abiertos e inertes, despedazado, olvidado, ido.



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