He visto cosas que vosotros no creerias. He visto a un Poseidón Rex, mucho más grande que un tiranosaurio. Hacia pie en medio del oceano. Y entendía el inglés. Posiblemente lo hablara mucho mejor que yo. En una escena memorable, el bueno lo insulta, y él, ocupado comiendo un chiringuito, se chisca y sale tras él. Los amigos del bueno buscan un coche mientras tanto. Para huir deprisa. Le buscan las llaves a un muerto al lado del coche, hurgan todos los bolsillos. Las tenía en la mano. Arrancan. Para huir deprisa. En ese momento, la científica (que siempre va en bikini bajo la bata blanca, cuando la lleva) dice que hay que esperar al bueno, que seguramente haya dado esquinazo a un bicho terriblemente sobrecogedor dando vuelta a una manzana. Lo ha hecho. El llega por un lado, y el bicho por otro, por el lado de un malo que iba a matar al bueno con una pistola. Luego huyen en el coche, mientras el poseidón se come al malo. Uno de los buenos muere porque se cae al mar intentando disparar un bazooka.
Luego, ha venido la piranhaconda, un terrible azote de Dios bastante puritano, pues de momento solo ataca señoritas estupendas en bikini. Se va a hartar.
Creo bien ganado mi descanso, tras estos minutos de solaz, reflexionando sobre un escueto mensaje: los peligros de la ciencia. En estos tiempos, cualquier mendrugo consigue filmar cualquier chorrada. Hermanos Lumiere, yo os maldigo.
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