Antes, cuando moría una persona, los allegados lo lloraban y quienes no tenían relación con ella trataban de ser elegantes o guardaban un respetuoso silencio. Si era joven, se extendía un piadoso sentido de la pérdida.
Pero eso era antes. Hoy las redes nos dan ilusión de conocimiento, la tecnología arrogancia de un presente perpetuo en la parte soleada de la calle y los anuncios fantasía de omnipotencia. Nos crispamos, odiamos. Ignoramos lo poco que somos. Y cuando algún día nos bajen a la tierra, solo esperamos que nadie escupa nuestro cuerpo caliente.
En que mundo vivimos. En fin, que la tierra le sea leve. Que nos sea leve a todos.
Dundalk ignora estas querellas, sabia, y se refugia entre la niebla negra.
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