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martes, 27 de junio de 2017

De Russell a Alba. Veintisiete de junio.

Como algunos ya sabréis, me gusta mucho el deporte. En particular adoro el baloncesto, ese juego en el que uno debe ser un soldado en la tierra y un artista en el aire. Estos días, dos eventos han llamado mi atención, la entrega del MVP de la temporada regular de la NBA (oficiosamente un reconocimiento al mejor jugador del mundo, en teoría al menos) y la victoria de la excelsa selección española femenina en el Europeo. Alba Torrens fue elegida jugadora más valiosa.

Aparentemente, aquí acaba la similitud. Westbrook es galardonado por una Liga multimillonaria y Torrens practica un deporte que no acarrea multitudes a las canchas. La diferencia estética entre su práctica es notable, y los anhelos de gloria que despiertan ambos pertenecen a órdenes de magnitud diferentes. La distancia entre ellos es la que existe entre el brillo evidente de la gema, la estrella, y el tenue fulgor de lo escondido. Y sin embargo, como juegan al baloncesto estas chicas, como compiten y ganan. Lo último es a la postre circunstancial, pues el talento no es nada infrecuente, pero no lo es su pelea constante hasta los últimos momentos; el hecho es que hay quien ha liderado a su equipo hacia la victoria y quien ha decidido usar a su equipo como bastón estadístico. Russell es un magnífico jugador, pero el abuso de la numeración que reivindicaba el Puma es una peligrosa forma de autoengaño, de negación del primer principio del deporte de equipo: eres parte de él, y si no das lo mejor de ti por él, no llegarás lejos.

Creo que es por eso que habitan mundos separados, el deporte y el espectáculo. El del esfuerzo, el concepto y el fundamento entrenado y repetido para acertar en el instante que no volverá. O el del foco, la historia épica pero falsa de que tú solo puedes lograrlo todo si de verdad lo deseas.

No sé que deparará el futuro, que espero brillante para estos dos brillantes deportistas. Espero que ambos sigan la enseñanza sagrada del deporte: cualquier rival cuenta y siempre hay y habrá alguien mejor que tú. De aprenderlo o no depende tantas veces llegar a la cumbre o conformarse con sucedáneos...

Dundalk me reta a jugar un partido rápido. Sopla fuerte el viento y las luces del verano declinan cuando empezamos a elegir compañeros y yo le digo que Alba, siempre en mi equipo.

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