Está claro que la unidad es deseable para la convivencia: redactar unas normas entre todos y asumirlas. Sin embargo, cuando la unidad se pretende de individuos esencialmente iguales, deviene en el supremacismo que ha causado estos disturbios. Parece una tendencia contemporánea formar tribalmente grupos unidos en torno a puntos de vista cerrados. Como explica Manuel Arias Maldonado en La democracia sentimental, esos puntos de vista crean morales que ligan a los miembros de un grupo pero lo aísla de otros. La unidad es esencial en valores que deben protegerse para que la vida social pueda subsistir. Pero si se pretende una unidad moral, espiritual o de valores, la exclusión es inevitable. Y los conflictos que devienen de ello no serán causales. Como dejó escrito Aristóteles,
al avanzar en este sentido y hacerse más unitaria, ya no será polis. Pues la polis es por su naturaleza una cierta pluralidad, y al hacerse más una dejará de ser polis y se convertirá en familia (...). De modo que, si alguien fuera capaz de hacer esto, no debería hacerlo, porque destruiría la polis (...). Una polis no resulta de individuos semejantes. Una cosa es una alianza militar y otra una polis (...). En el mismo sentido diferirá la polis de la tribu (...). Por lo tanto, de todo esto es claro que la polis no es tan unitaria por naturaleza como algunos dicen, y que lo que llaman 'el mayor bien de la polis' la destruye" (Política)
Pobre Aristóteles, hablando mal de las tribus. Ahora hay que elegir la tuya y pensar que todos los demás ven las cosas de otro modo porque son imbéciles.
Humildemente, lo que necesita quien sueña con un mundo unificado, estable y basado en la armonía esencial es un libro de Historia y más escuela. Y si sale a amenazar a sus conciudadanos, un poco de violencia legítima del Estado para proteger a los débiles y las minorías. Claro que cuando la violencia se privatiza, la guerra civil soterrada parece difícil de prevenir.
Tampoco debería ser tan difícil joder. Respeta, cumple las leyes, trata de convencer a otros si no te gustan y deja de ser un garrulo.
Dundalk me mira, diferente como somos, con la sabiduría irónica y tranquila de quien ha visto mucho.
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