Descubro esta pintura en twitter, via @fantantonio:29 de agosto "Una noche en el mar", de Montague Dawson.
Me fascina su movimiento, sus personajes que llevan a cabo una tarea tan ardua y dificultosa y a los que envidio. Su luz declinante, la tensión de las jarcias y las drizas, la cubierta resistente y húmeda, las impetuosas olas y un horizonte invisible.
Quizá eso echamos en falta, la pérdida en lontananza de un horizonte que nos impele a su búsqueda por la atención al momento, la liturgia del presente y el afán del ahora.
Y el mar, la cumbre, el paisaje desolado,la soledad amada. Quizá soñamos con retiros y naturaleza salvaje porque su eco es el de la vida y no el indiferente de la naturaleza humana. Los otros también sueñan estar allí, también solos. Y mientras divagan singladuras, no nos oyen. Quizá haya que oponer a la somnolencia de las noches inventadas la amabilidad de los días en los que permitimos a los otros tener sus propios sueños mientras ocupamos un rincón para cuando decidan volver. El ego que nos aplasta hoy así sería alimentado para la cosecha y no para su diezmo. En fin, que sé yo. nadie dijo que fuera fácil y si lo fuera, quizá estas líneas breves no se estarían formando para tirarlas al mar de Internet dentro de una botella traslúcida.
Vista la pintura, sentido el rumor de los rizos de su mar, vuelvo al mundo más descansado, como tras haber vuelto de ese desierto que cubre tantas cifras desconocidas. ¿Acaso tuvo alguna vez otro propósito el arte?
Dundalk es el final de un ría pausada. Pero la posibilidad de una isla más allá del horizonte observable pinta noches de mar en nuestra imaginación despierta.
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