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sábado, 27 de enero de 2018

Angustia y sombra del Holocausto. Veintisiete de enero.

Tal día como hoy, el ejército rojo liberaba Auschwitz, el epítome de un régimen que es el epítome de la maldad política. Los detalles de la solución final, la arquitectura del genocidio, los detalles grotescos (había una banda de música en el campo, ¿acaso tocarían música vivaz las mañanas de invierno?), la frialdad ejecutora, todo se ha repetido tanto ya...

Faltan, empero, algunos detalles que deberían ser subrayados, en la humilde opinión de este bloguero. Uno, cuando la maquinaria de la muerte estaba en su apogeo, hubiera bastado un bombardeo a unas vías de tren para atascarla. Los aliados sabían y no lo hicieron, considerando el castigo a otras poblaciones civiles un objetivo más noble para sus bombas. Dos, la violencia se ejerció después de una extensión del odio por medio de la propaganda que aseveraba que las futuras víctimas eran en realidad los verdugos. Tres, la dictadura moderna significa la hipertrofia del Estado, cuya razón sacrifica los individuos en el altar que Él decide. El Leviatán volvió con armas de largo alcance, y no ha dejado de acumular arsenal y rehenes desde entonces.

Son muchos los signos de que nuestra situación se asemeja en muchos modos a los infaustos años 30 del siglo XX. No es sólo el antisemitismo, el nacionalismo iracundo, la apelación a la resolución de los conflictos mediante la violencia y el desprecio de la ley por su similar sin destilar en la probeta de la razón: la fuerza bruta. No es solo el militarismo, la propaganda ni el auge de doctrinas que auguran el paraíso tras una breve purga. Es simplemente el vacío, la duda y el rencor alimentados por la ingeniería social para la reinversión de la frustración colectiva que causan en el futuro. Es la sombra de una angustia por encontrar un brillo ante el espejo que nos confirma que no somos mejores ni hemos aprendido mucho de lo que otros hicieron y ante una situación similar, las mismas bajezas se cometerían. Quizá llegue pronto una noche en la que muchos se verán obligados a beber la negra leche del alba, y la mayoría lanzará gritos sin voz desde un olvido abrumador.

Dundalk y yo confirmamos que el cinismo siempre fue un paso por delante; un muerto es un tragedia, un millón de muertos, una estadística. Después sentimos el mismo escalofrío y miramos el brillo perverso de la oscuridad.





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